domingo, 23 de enero de 2011

A SANTIAGO POR AVILA (VILLALPANDO)


EN TIERRA DE CAMPOS
En esta comarca zamorana tuvieron lugar los primeros asentamientos de la población visigótica a finales del siglo V cuando fue expulsada de la Galia por el expansionismo de los francos. Pero antes, fue predio de los celtas vacceos
Iglesia mudéjar de Santa María en Villalpando.

El peregrino abandona las tierras vallisoletanas camino de Villalpando, primer pueblo que se encontrará en la provincia de Zamora, lo hace entrando por la comarca de la Tierra de Campos zamorana, comarca natural que se extiende además por las provincias de Valladolid y Palencia, teniendo su origen en los llamados Campos Góticos debido a los primeros asentamientos de la población visigótica a finales del siglo V cuando fue expulsada de la Galia por el expansionismo de los francos.
El peregrino que ha caminado por tierra de vetones desde que entró en la provincia de Ávila, continúa por la de los vacceos, otro de los grupos celtas que se asentaron en la meseta durante la Edad del Hierro. Y es en esta zona ocupada por los vacceos donde está ubicada Villalpando, de la que siempre ha oído el peregrino varias tesis sobre si se trata del asentamiento vacceo-romano de Intercatia de la que hablan los escritores y geógrafos clásicos como Plinio, Ptolomeo o Estrabón, que llegaron a proporcionar las coordenadas de su emplazamiento, como una de las ciudades más importantes, junto a Cauca, Lacobrica y Pallentia, de la Ibérica Tarraconense, tesis que mantuvo Simón y Montaner que, en su «Diccionario Enciclopédico Hispano Americano de Literatura, Ciencias y Artes» publicado entre 1887 y 1899, no dudó en identificar Villalpando con Intercacia, como popularmente se la conoce, posiblemente basándose en los datos aportados por Antonio del Villar en la «Historia General de España», Cesáreo Fernández en «Historia de Zamora y su provincia» o Luis Calvo Lozano en «Historia de Villalpando» tesis que descarta la historiografía actual debido a la falta de restos arqueológicos identificables con un yacimiento de esta categoría.

Sea o no Villalpando la Itercatia de la que hablaban los romanos, lo cierto que sabe el peregrino es que son varios los nombres que ha tenido esta localidad desde su ocupa-ción por los vacceos hasta que en el siglo XIII pasó a denominarse definitivamente Villalpando, pero siempre con un denominador común, pueblo que está en la tierra llana, en el ardero, al sol, en medio de la llanura, eso significaba Intercatia en tiempos de los vacceos, manteniendo su nombre los romanos que llamaron sus habitantes inercacienses, asentados en la llanura. Fueron los godos cuando en el 414 arrasaron las ciudades romanas para reconstruirlas más tarde, entre ellas Itercatia, que pasó a denominarse Pando, con el mismo significado, pueblo que está en una extensa llanura, pasando el antiguo país de los vacceos a denominarse Vardulia, Tierra de Campos. Los árabes la llamaron Alpando hasta que en el primer tercio del siglo X pasó a manos de los cristianos, denominándose hasta el siglo XIII Villa-Alpando, uniéndose las dos palabras para facilitar su pronunciación, resultado el nombre actual de Villalpando.
El peregrino se encuentra en una localidad que fue despoblada por Alfonso VII, sin que se conozcan las causas, y posteriormente repoblada por Fernando II en 1170, dotándola en 1179 de fuero en el que se incluían privilegios y exenciones destinadas a fomentar la población, alcanzando un gran desarrollo como atestiguan las cinco iglesia que había por entonces, siendo posteriormente utilizada, como otras villas, por Enrique II de Trastámara para premiar a sus fieles en su luchas con su hermano Pedro I El Cruel por el trono de Castilla. Pero antes de pasar a la Corona, Villalpando perteneció a la Orden de los Templarios hasta la desaparición de la orden en 1312, siendo una de las veinticuatro encomiendas o bailías que tenían en los reinos de Castilla y de León.
En Villalpando el peregrino se encuentra una estructura similar a otros pueblos y villas durante la Edad Media, un recinto amurallado y unos arrabales que le circundan, siendo en uno de estos arrabales donde a principios del siglo VII se asentó una comunidad judía, llegando a contar con más de doscientos vecinos, estando considerada como una de las aljamas más florecientes de la época. Al peregrino le gusta la plaza de Villalpando, plaza porticada típicamente castellana con varios escudos en sus fachadas que evidencian su pasado medieval, donde puede ver como el Ayuntamiento ha recuperado para su sede la antigua iglesia de Santa María del Templo, construida por la Orden del Temple. Al peregrino le cuentan que en el cen-tro de la plaza estuvo colocada la picota de ajusticiar hasta 1494, por lo que era conocida como Plaza de las Carnicerías, nombre que cree que habla por sí solo.
Del recinto amurallado del siglo XIV, que aumentó la cerca del XII, el peregrino solo puede encontrar algunos restos y dos puertas de las cuatro que tuvo, la puerta de San Andrés y la de Santiago. La puerta de San Andrés, llamada así por la iglesia parroquial aneja, le recuerda al peregrino la Puerta de Bisagra en Toledo, puerta de perfil apuntado flanqueada en el siglo XVI por dos grandes cubos cilíndricos almenados, con un frontispicio envuelto por un cordón franciscano que cobija una vacía hornacina y algunos escudos, el de la villa entre ellos, en el que a duras penas puede ver ese Sol al que se refiere el topónimo de la villa. Al peregrino le llama la atención la decoración de una de las arquivoltas de la puerta y de las impostas, unas bolas similares a esas bolas isabelinas que con tanta proliferación vio en la provincia de Ávila. A la puerta de Santiago se adosó a finales del siglo XV una torre cuadrada con troneras y almenaje, convertida posteriormente en campanario de la iglesia de Santiago. El peregrino quiere creer, aunque no tenga ningún fundamento para ello, que la Puerta de Santiago debe su nombre al paso de peregrinos que irían a esa iglesia a rendir culto al apóstol.
Igualmente el peregrino solo puede encontrar algunos vestigios, dos lienzos de fábrica de cal y canto y un cubo de sillería pequeña en el ángulo, del primitivo castillo de los Velasco, Condestables de Castilla y señores de la villa, palacio de los dos primeros Condestables, incendiado en el siglo XV por los Comuneros y reconstruido por el Condestable don Íñigo, siendo reformado en el siglo XVI. Una moderna construcción junto a las ruinas y un depósito de agua sobre el cubo dan una imagen un poco desafortunada, siempre desde el punto de vista del peregrino, de estos vestigios de un esplendoroso pasado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario