domingo, 23 de enero de 2011

A SANTIAGO POR AVILA (BENAVENTE)


LA LLEGADA A BENAVENTE
Cerezinos del Campo y San Esteban del Molar, en la Tierra del Pan, son las dos paradas obligadas antes de alcanzar Benavente, un importante enclave del Camino, con evocaciones del siglo XII y del reinado de Fernando II, que murió en esta localidad


El peregrino no quiere abandonar Villalpando sin darse antes una vuelta por el pueblo para ver, aunque solo sea exteriormente, algunos de los monumentos que esconden sus calles y que evidencian la gran riqueza histórica del pueblo, como la iglesia de Santa María la Antigua, fundada en 1170 y donada por el clérigo Juan Románez en partes iguales a la Orden Militar de San Juan de Jerusalén y a la Colegiata de San Isidoro de León, que la pusieron bajo la advocación de la Inmaculada y de la Asunción, respecti-vamente.
La iglesia que el peregrino ve es un buen ejemplo de la primera arquitectura mudéjar de Castilla y de León, trazada siguiendo el modelo románico de edificio basilical de tres naves que corresponden a la triple cabecera compuesta por dos arquerías de desigual proporción, muy esbeltas las superiores, rematadas por un friso de esquinillas y amplia cornisa, conservando sendas portadas correspondientes a la fábrica original de muros de mampostería de cantos rodados con hileras de ladrillos, con una potente e irregular torre de campanario construida junto al lienzo de la muralla.

Esta iglesia mudéjar le recuerda al peregrino otras de similares características que se construyeron en la villa de Toro y su alfoz, desde donde se extendieron hasta zonas limítrofes conociéndose estos edificios como ejemplos del foco de Toro.
Así, el peregrino abandona Villalpando camino de Benavente, una larga etapa de 30 kms que le llevará por Cerecinos de Campo y San Esteban del Molar, pueblos en los que piensa realizar una breve parada antes de afrontar los últimos 16 kilómetros o, lo que es lo mismo, tres horas largas de camino.

nombre romano. Tras siete kilómetros de camino el peregrino llega Cerecinos de Campos, pueblo al que los ro-manos le dieron el nombre de Ceres, su diosa protectora de la agricultura, evolucionado a Ceres-imos -lugar de Ceres- y Cerecinos en la introducción del castellano, siendo en la Edad Media una de las 12 villas que formaban parte del señorío de Villalpando.
En Cerecinos le cuentan al peregrino que el pueblo ha tenido siempre dos barrios, el de Arriba y el de Abajo, y que, según datos de la Catedral de León, en cada Barrio tenía ya a principios del siglo XII un templo, el de Santa Marta en el de Arriba y el de San Juan Bautista en el de Abajo.
De estas iglesias medievales no queda ni rastro y lo que ve el peregrino es una iglesia del siglo XIV-XV como la de Santa Marta, de una sola nave levantada en ladrillo y canto rodado, con cabecera cuadrada de ladrillo y torre también cuadrada a sus pies, ostentando en su momento el título de Colegiata de Santa Marta de Cerecinos de los Barrios, pues eran cuatro los Barrios que comprendía el Barrio de Arriba, o la actual de San Juan Bautista del siglo XVI, que perteneció a la Orden de San Juan de Jerusalén, con sus muros de ladrillo y tapial construidos sobre un zócalo de piedra y canto rodado, con un pórtico cubierto que la rodea por ambos lados y torre a sus pies.
El peregrino continúa su camino y después de otros 7 kms llega a San Esteban del Molar, nombre que se debe a la existencia de un molino, a la molienda desarrollada debido a la riqueza harinera de estas tierras conocidas como Tierras del Pan, pueblo que, al estar situado en la calzada romana de Astorga a Cesaraugusta, posiblemente ya estuviera habitado en época romana, citándose ya tras la reconquista y repoblación.
Antes de continuar su camino hasta Benavente el peregrino se sienta a comer un bocadillo en las escalinatas de la iglesia parroquial de San Esteban Protomártir, reedificada en el siglo XVII por el mal estado en que se encontraba, abriéndose capillas laterales que se comunican entre sí y con la nave principal, iglesia que tiene una torre mudéjar de dos cuerpos, cuadrado el inferior y octogonal el superior, terminándose, como toda la obra en 1679.

Catorce kilómetros le separan al peregrino de Benavente, localidad asentada en un lugar estratégico, en la confluencia de los ríos Órbigo y Esla, frontera natural de los pueblos astures y vacceos, encrucijada de calzadas romanas, de Astorga a Mérida y Zaragoza, de caminos, la Ruta de la Plata y este Camino de Santiago por el que está caminando, por los ya mencionados campos góticos, predecesores de la Tierra de Campos, tierras eminente-mente agrícolas, antes de castros o fortalezas que servían de guarnición de fronteras y de puesto de defensa de las calzadas.
Ya en Benavente, el peregrino se interesa por su historia, informándose de que fue el rey Fernando II de León, que precisamente murió en esa localidad en 1188, el verdadero artífice de su grandeza al instalar allí su corte durante bastante tiempo y ser el epicentro de su política, como lo indican la cantidad de documentos firmados por él en Benavente, y fundamentalmente por la concesión de dos fueros, uno de 1164, no conservado, aunque existen referencias directas al mismo y al interés del rey de crear una población a partir del alcázar de Malgrad, donde se establecían las condiciones de población de los nuevos habitantes y la concesión de un alfoz , y otro en 1167 cuya finalidad principal era la de otorgar privilegios a los ciudadanos que se asentaran en esas tierras para repoblarlas, enterándose el peregrino de que hay discrepancia entre historiadores y eruditos de sí la copia que se conserva de esta Carta Puebla o Fuero de Benavente es o no el original.
Al peregrino le informan que más tarde se concederían el Mercado Semanal y la Feria Anual, aglutinantes de la comarca y arranque de la vida artesanal y gremial, como puede observar en los distintos barrios de la ciudad en su paseo por Benavente.

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