Fue un catorce de marzo / cuando
saltó la noticia,
que por culpa de ese virus / a todos
confinarían
sin salir de nuestras casas / ni de
noche ni de día,
para evitar los abrazos / y en los
besos la saliva,
y también todo contacto / aún con
gente conocida
pues del virus no se sabe / donde
está y donde habita,
que lo mismo está en el suelo / o el
aire que se respira,
de ahí el confinamiento / de ahí
estas medidas
a ver si aburrido el virus / con
viento fresco se pira
y deja de contagiarnos / y de
nosotros se olvida.
Quédate en casa, dijeron / que el
contagio así se evita,
quédate en casa dijeron / y yo me
quedé en la mía
y si tengo que salir / ha de ser con mascarilla,
más difíciles de encontrar / que el
tesoro de los Incas
y las pocas que se encuentran / no
son nada baratillas.
Pero a pesar del encierro / nos dejan
ciertas salidas
para salir a comprar / cosas que se
necesitan,
ocasión que aprovechamos / para
ponernos las pilas
pues como españoles vamos / con
picaresca añadida,
que igual compramos el pan / donde no
hay panadería,
o nos falta ibuprofeno / para ir a la
botica,
o acercarnos al banco / a actualizar
la cartilla,
pero son sin duda alguna / a los
Super la salida
que más apetece ir / y no siempre a
por comida
porque en un principio eran / cual si
fueran droguería
donde el papel de váter era / la
pieza más perseguida.
Y así pasó el mes de marzo / y abril
luego lo haría,
pero llegó el dos de mayo / vaya
fiesta conocida,
en Madrid levantamiento / San Segundo
en nuestra Villa,
qué fecha tan señalada / que fecha
tan escogida
para dejarnos salir / tan sólo una
vez al día,
por la mañana o la tarde / como mucho
dos horillas,
sin poder llegar más lejos / que a la
vuelta de la esquina,
pues poco da un kilómetro / que es lo
que se autoriza
para dar este garbeo / para esta
vueltecilla,
así me voy preparando / para esta
breve salida,
una vuelta por el barrio / que menos
nos da una china.
Como según se nos manda / y evitar
las estampidas
nos clasifican por grupos / cada
grupo una salida,
con horarios separados / con horas
establecidas,
por un lado, paseantes / y también
los deportistas,
y los mayores aparte / de setenta
para arriba,
quedando luego los niños / que han de
ir con compañía.
Como yo tengo setenta / cumplidos
hace unos días,
podré sólo caminar / junto a gente envejecida
– y conste que no lo digo / de forma
peyorativa,
pues mis respetos merecen / los ahora
coleguillas–
y ya no podré mirar / a esas chicas
carreristas
con sus colas de caballo / meciendo
de abajo arriba,
con sus gráciles zancadas / con sus
corvetas felinas,
muchachas que pueden ser / las
futuras policías,
o son simplemente atletas / que
corriendo entrenarían.
Sin poder dar un garbeo / tras casi
cincuenta días
ha llegado ya el momento / de la
primera salida,
la primera caminata / la primera
correría,
aunque lo llamen paseo / pues así se
especifica
en las normas que nos dan / y así
están establecidas.
Lo llamen como lo llamen / lo digan
como lo digan,
yo me dispongo a salir / provisto de
mi mochila,
que no es por postureo / es para
llevar cosillas
que si van en los bolsillos / dan de
sí y estos se inflan,
que además de hacer muy feo /
molestan si se camina,
y no es cosa de nombrarlas / porque
larga sí es la lista.
Y estando yo disfrutando / de mi
primera salida
en esplendida mañana / con un sol que
relucía
vi pasar junto a mi lado / un coche
de policía
con dos agentes a bordo / uno de
ellos femenina,
que se bajaron del coche / y hacia a
mí vi que venían,
los dos bien pertrechados / los dos
con la mascarilla,
cosa que yo no llevaba / pues
incómoda la veía
y al no ser obligatoria / la guardaba
en la mochila.
Y si no es obligatoria / qué querrá
la parejilla,
habré infringido otra norma / o una
falta cometida
o a lo mejor sólo quieren / desearme
buenos días.
Tras el oficial saludo / pidieron con
cortesía
les mostrara el documento / que me
identificaría,
petición que me extrañó / pues la
causa no sabía,
pero no tuve problema / en atender su
pedida,
y así me puse a buscar / la pequeña
carterilla,
donde guardo el “de ene i” / que el
agente solicita.
Cuando por fin doy con él / pues no
fue cosa sencilla,
entre tanto cachivache / que llevaba
en la mochila,
se lo entrego a los agentes / que con
detalle lo miran
y con gesto de extrañeza / aclaración
solicitan,
pues parece que mi aspecto / no se
ajusta al de la ficha,
que debe haber un error / en la edad
que allí se fija.
¿Tiene usted setenta años? / me
preguntó el policía,
así es, señor agente / y cuarenta y
nueve días,
que es el tiempo que llevamos /
encerrados en casita,
pues ya fue casualidad / que fuera
cuando cumplía
los setenta años primeros / el día
que nos confinan,
domingo quince de marzo / fecha que
no olvidaría,
pues tuve que celebrarlo / sin
ninguna compañía.
Ante esta afirmación / exclamó la
policía,
la verdad que no aparenta / los años
que yo decía,
y que vienen anotados / en el libro
de familia,
¡qué ya tiene usted setenta! / eso
nadie lo diría
al verle tan desgarbado / con los
pelos hacía arriba,
totalmente alborotados / que si de
cerca se miran
se observa que esa melena/ más que
pelo es pelusilla,
y además con esa barba / por lo menos
de tres días,
de dejadez dan aspecto / y de un poco
de desidia.
Por eso al verle pensamos / este
señor que camina
lo hace fuera de su horario / no a su
hora permitida,
pues no parece mayor / más que nada
por su pinta.
Disculpas, pues, le pedimos / dijeron
los policías,
por haber interrumpido / su jornada
matutina
así que usted siga bien / y que tenga
usted buen día,
pero permita un consejo / me espetó
la señorita,
échese crema solar / que la piel sino
se irrita,
que este sol primaveral / nos engaña
y nos despista,
creyendo que no nos quema / pues no
tomamos medidas
y al final nos deja el cuerpo / cual
si fuera tomatina,
y póngase algún sombrero / o una
gorra deportiva,
que conviene llevar siempre / la
cabeza protegida,
fue su último consejo / de este par
de policías.
Agradecido les quedo / respondí con
cortesía,
por tan sensatos consejos / que nada
mal me vendrían,
ya que rojo yo me pongo / cuando el
sol es de justicia,
así que tendré que comprar / una
crema en la botica
o en cualquiera de los Super /
sección de perfumería,
y en cuanto a gorra o sombrero / tomo
nota enseguida
y una gorra ahora me pongo / que una
llevo en la mochila.
Como estaba algo cansado / y el
tiempo ya se cumplía,
decido volver a casa / y la marcha ya
finita,
que tanto tiempo parado / se nota si
se camina,
aunque sea a un paso lento / y no se
ande deprisa,
que a la falta de ejercicio / el
cuerpo casi se oxida
y aparecen agujetas / y duelen las
pantorrillas,
técnicamente gemelos / si lo dice un
deportista.
Y con estas finalizo / esta primera
salida,
con la extraña sensación / de una
aventura vivida,
que tantos días de encierro /
desborda la fantasía,
así que yo me recojo / ¡mañana será
otro día!
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