lunes, 17 de enero de 2011

A SANTIAGO POR AVILA (CEBREROS VII)


Camino y Transición
La figura del histórico presidente del Gobierno cebrereño, Adolfo Suárez, y el papel de la Transición invitan a una parada en la iglesia vieja de Cebreros justo antes de iniciar una nueva etapa del Camino. Este templo ha sido salvado de la ruina


El peregrino, que rápidamente ha encontrado las flechas amarillas que le conducirán hacia la subida del Puerto de Arrebatacas en dirección a San Bartolomé de Pinares, se encuentra con la Iglesia Antigua de Cebreros que actualmente ya no san las ruinas que figuran en casi todas las guías ya que se ha rehabilitado y desde finales del pasado año acoge el Museo de la Transición y rinde de esta manera un homenaje a la figura de Adolfo Suárez.
Como el peregrino tiene algo de romántico siempre se ha visto atraído por esas ruinas góticas que con sus cuentos y leyendas le envolvían en ese halo de misterio propio del siglo XIX.

En esta ocasión el peregrino ya no ve unas ruinas testigos de un esplendoroso pasado, ve una portada gótica que da acceso a un edificio moderno dentro de un aco-gedor recinto que entre pinos y olivos le muestran los bustos de los Padres de nuestra Constitución.
Los restos enclavados en lo más alto del pueblo de esta antigua iglesia parroquial que el peregrino tiene la oportunidad de ver son esa portada gótica formada por dos pilastras que acogen unos arcos de medio punto decorados con las típicas bolas del estilo gótico isabelino que en algunos textos figuran como «perlado abulense» y tres ábsides con ar-cos peraltados de medio punto que corresponderían a las tres naves de que constaba la iglesia y que le permiten hacerse una idea de cómo debía ser su interior.
En esta portada gótica es en donde el peregrino ve por primera vez esas distintivas bo-las pétreas que, según le consta en sus documentos y guías, van a ser una constante en la decoración de las iglesias abulenses de la segunda mitad del siglo XIV y prácticamen-te todo el XV.
El peregrino se fija en el escudo que está situado sobre una de las arquivoltas de la portada y que según se ha informado perteneció al Obispo de Ávila D. Francisco Sán-chez de la Fuente, obispo entre 1492 y 1496, lo que puede ser indicativo de la fecha de construcción de la iglesia, aunque en este sentido el peregrino siempre se ha mostrado escéptico ya que los escudos se solían poner y quitar dependiendo del obispo que en ese momento ocupara la mitra.
Iglesia parroquial hasta que en el siglo XVII se construyó la nueva, este templo quedó como iglesia de Capellanía para el cumplimiento de misas y otras obras pías según el mandato de las Fundaciones que, para el peregrino, en esta época debían ser numerosas e importantes.
Para el peregrino no deja de ser significativo que esta denominada iglesia vieja de Cebreros también estuviera bajo la advocación de Santiago y quiere pensar que alguna pintura o escultura representando a Santiago Peregrino, así como diversos motivos ja-cobeos, estuvieran en algún lugar de la iglesia.
Cuando el peregrino ve ruinas de iglesias o conventos siempre se pregunta por las vi-cisitudes que tuvieron que pasar esos inmuebles hasta llegar a su actual estado ruinoso, y esta iglesia vieja de Cebreros, que estuvo abierta al culto hasta 1850 y utilizada como cementerio hasta finales de ese siglo, fue adquirida en 1920 por los ayuntamientos limítrofes para la construcción de la prisión del Partido Judicial, quedando al final converti-da en cuadra o cobertizo, triste final tan común a tantos magníficos edificios religiosos que el peregrino, para su pesar, ha tenido la oportunidad de conocer.
El peregrino, viendo la fachada del actual museo, piensa que cuantos de estos edificios no han desaparecido definitivamente gracias a iniciativas públicas y privadas, aunque muchas veces lo haya sido por oscuros intereses de los que el peregrino no quiere entrar en estos momentos de paz que le transmite el Camino. El peregrino se entera del uso final de las anteriores ruinas antes de convertirse en museo como parque infantil y habitáculo para acontecimientos al aire libre.
Pero el peregrino también ve una gran torre de planta cuadrada de tres cuerpos, siendo añadido el superior para que sirviera de campanario de la iglesia.
Para el peregrino se trata de una torre exenta, por lo que deduce que posiblemente fuera de construcción más antigua que la iglesia y que, según la opinión más generalizada, se construyera aprovechado la existencia de esa atalaya que, por su situación en la parte alta, sirviera de torre vigía para avisar de las continuas incursiones árabes por tierras castellanas.
En este sentido el peregrino tiene sus dudas de que fuera en ese lugar en donde estuviera ubicada la atalaya que estaría en correspondencia con las situadas en el Cerro de Guisando y en Hoyo de Pinares, ya que según Pascual Madoz estaría situada en un cerro que domina la villa por el norte y que Dionisio Ridruejo en su «Guía de Castilla la Vieja» lo identifica como el alto del Castrejón en donde aún se podían ver restos de su construcción, ya que posiblemente la torre fuera destruida para aprovechar su piedras para levantar cercados con los terrenos lindantes con la Cañada Real que, según las ordenanzas de La Mesta, debían tener una altura determinada para resguardar a los ganados.
Como el peregrino ha madrugado puede dedicar un tiempo para visitar ese Museo de Adolfo Suarez y la Transición, continuando luego su camino hasta San Bartolomé de Pinares, segunda etapa de nuestro viaje.

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