jueves, 28 de agosto de 2014

Carta ganadora del IV Concurso de Literatura Epistolar "Cartas desde el Camino de Santiago"

"Querido diminuto acompañante"  Laura Cabedo Cabo

   Querido diminuto acompañante:
   Un día leerás esta carta y te emocionarás, o la desdeñarás, o simplemente te quedarás impasible, no sé. Mi esperanza es que estas palabras sean como los pasos que damos en la vida, unas veces largos y decididos, en ocasiones torpes, otras tantas erróneos, pero siempre, recuerda, siempre hacia adelante. Sí, me gustaría que estas imágenes se convirtieran en lentas convicciones que te afirmen contra el desaliento. En el mapa de un camino abierto por mis pies, o simplemente en aldabonazos de ternura en la memoria.
   Estoy segura de que un día volverás aquí y abrirás los ojos, como yo los he abierto, en medio del silencio de la Virgen del Berrocal, San Juan de la Peña, de San Zoilo,  cualquier iglesia perdida en algún paisaje que parece pintado; sólo para comprender que la luz es un pequeño milagro, porque el milagro mayor es ser consciente de todo lo que existe en ella. 
   Sí, estoy convencida de que cuando llegues al Balcón de la Moraña o a algunos de esos lugares anchos, que parecen mares remecidos en olas doradas de espigas, o cuando mires al cielo de Ubieta o en Sotogayoso, o en cualquier otro monte cuyo nombre ya no conoce nadie, verás como la línea del horizonte cicatriza solo con una caricia de tus dedos extendidos. 
   Tal vez tengas la suerte de estremecerte como yo, en medio de la madrugada, escuchando el canto de un mirlo que se impone sobre un valle con la fuerza indómita de miles de años. Quizá al salir de un pueblo aún dormido, como Larrasoaña, o Gonzar, o cualquiera de los que ya sólo tienen cuatro casas habitadas en el duro invierno, percibas el entrañable olor a pan en la hondonada, y te gires en la última curva para ver cómo el primer rayo ocre enhebra el ojo del campanario. Sí, estoy segura de que cuando te tumbes sobre la hierba rala y caliente en la cima del monte Avril, por ejemplo, rogarás para que el cúmulo perfecto y blanquísimo que atraviesa el cielo no se mueva ni un milímetro. Y sé cerrarás tus párpados instintivamente para oír la voz del viento con la esperanza de tener, aunque sea un efímero instante, sus colores, sus aromas, su caricia sobre tus mejillas.
   Tal vez cuando llegues en la vida a algún abismo, como el del balcón del Canal de Berdún, te asomarás tímidamente, sobrecogido ante la bravura del precipicio; por favor, repara en esos pequeños brotes curvados que podían haber sido robustos árboles y que se enfrentan cada día al vendaval del lugar inhóspito donde les ha tocado nacer, sin dejar de plantar cara, ofreciendo incluso alguna flor que nunca nadie verá. Puedes que te detengas bajo un gran roble, uno de esos cuyo nudoso tronco se ha incrustado en un muro por derecho propio, y te acoja con esa sombra pespunteada de luces, que sin darte cuenta compartirás con las milenarias huellas de antaños peregrinos, disitintos, pero tan iguales a ti. Es posible que encuentres en medio del mundo una voz que te salude como si te conociera por dentro, y tú le contarás que llegaste desde una vida en la que algo te faltaba, y la voz no te preguntará,sólo te regalará una mirada, o una sonrisa, y no sabrás si tal vez era algo de eso lo que te faltaba. para que mentirte, habrá momentos en los que el camino se estreche o se angoste y te falten las fuerzas, eso también.
   Un día escribirás con tus dedos en el aire pensando en unos labios, y sentirás que esas palabras invisibles pueden llegar muy lejos o sólo quedar escritas para siempre en la espera terca de la piedras. Párate a leer los nombres de aquéllos que pasaron a ser hendiduras perpetuas en el mármol, a escuchar el recogido canto de los claustros, a entrar en las pequeñas ermitas; comprenderás entonces que hay signos que fueron promesas o esperanzas y que jamás desaparecerán del todo, aunque estén escritos en lenguas muertas.
   Cuando recojas con tus manos cóncavas el agua que gorjea en una fuente, y la fuente se empeñe en devolverte el primer beso que diste o en recordarte el sabor de las lágrimas..., cuando cruces un puente como el de Cirauqui y el río se remanse y te llame para hablarte de caballucos y lamias escondidos en sus fondos verdosos, o cuando a atravesar una garganta el paisaje desordenado te explique que hace un año, con la crecida de primavera, el agua perdió los estribos y arrasó los campos labrados y los establos, sabrás entonces que a veces no se puede elegir, sólo dejarse llevar.
   Un día inundarás de risas los portalones de una plaza como la de Los Arcos, huyendo de la lluvia sorpresiva. Más de una vez, alguna tormenta de verano intentará aplacar el incendio del amor en tu juventud aún invicta, sin conseguirlo. Verás en los ojos de las bestias sueltas en los prados el estupor de la inocencia remotísima con las que se acercan para comer de tu mano. Te mirarán las estatuas desgastadas desde las portadas o las gárgolas altivas, y sentirás que los cementerios son como viejos animales olfateando y respetando tu sangre, y la felicidad, cariño...la felicidad es algo tan sencillo como la piedra,pero necesita el  golpe del martillo y el sudor del músculo para lanzar chispas de luz. Tal vez te descubras apurando la madrugada ante un fuego que se eleva quemando las estrellas, mientras la noche se desliza por encima del mundo salpicada de globos de gas que arden muy lejos. Te darás cuenta de lo insignificantes e insustituibles que somos.
   Llegará un día en que te enfrentes a una encrucijada, busca ayuda, nunca te avergüences de necesitarla, y encontrarás a ese anciano que mira a lo lejos con los ojos opacos. Quizá él guarde el silencio necesario que precede a la sabiduría, tú espera y calla, no tengas prisa, porque pronto te hablará de los nombres de los vientos, de los mojones enmohecidos que señalan lugares que ya no son importantes o de la cruces que lo enganchan todo al dogma. como puertas abiertas. Sí, de tantas cosas que no sabías que necesitabas oír,
   Hijo, qué alegría será entonces para mí ser vivida en ti. Caminar con tus pies, aún más lejos. Tener otra voz que suene donde tú estés. Saber que cuando me pienses será desde los sueños que tendremos juntos, cuando me hables recordaré imágenes que nunca vi, que se me escaparon en este camino que hoy hago contigo,
   la semana pasada sentí tus pasos en mi vientre, por primera vez, aquí en medio de una explosión de verdes. Sentí que caminas conmigo con pequeños golpes de sangre, mientras yo respiro para ti, lato para ti y concibo tu pequeña presencia tan grande que lo inunda todo. Pensarás que soy una tonta,pero te he dado forma, sí, te modelé con un poco de barro a las orillas del Cárdenas. Resultas tan pequeño en mis manos.
   Estoy cerca del final. Cuando lleguemos me sentaré en medio de la plaza, solos tú y yo, sin importarnos el día ni la hora, sólo para sentir. Sí hijo, también aprenderás que "sentir" es lo más importante de la vida. 
   Hoy me he quedado mirando desde una loma; el valle brumoso se extendía como una lengua hasta el mar y se perdían los contornos, con esa naturalidad con la que van y vienen las cosas. Una franja brillante hería de plata el horizonte y extendiendo mi brazo te he colocado en medio del paisaje utilizando tu figurita de barro. Ya tienes tu lugar en el mundo, amor, con toda mi alma te deseo un buen camino.
Mamá


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