domingo, 23 de enero de 2011

A SANTIAGO POR AVILA (MOTA DEL MARQUÉS)


COMARCA DE ATALAYAS
En Tordesillas, el peregrino evoca la importancia del tratado entre España y portugal que en 1494 distribuyó entre ambos países. El camino hasta Mota del Marqués está lleno de sorpresas y sugerentes historias, unas recientes y otras antiguas.


En su paseo por Tordesillas el peregrino hace una parada en su Plaza Mayor, plaza que, como casi todas las castellanas, es de forma cuadrada y porticada, con columnas toscanas que soportan edificios de dos pisos con grandes balcones y ventanas, corres-pondiendo uno de ellos al Ayuntamiento, comenzándose a construir en tiempos de los Reyes Católicos, aunque la plaza que el peregrino ve ha sufrido muchas transformaciones a lo largo de los siglos, sobre todo una importante restauración a finales del siglo pasado. Darse una vuelta por el conjunto histórico de la ciudad es de obligado cumplimiento para el peregrino, conjunto histórico que, como muchos que ha visto a lo largo de su peregrinar, con sus palacios y casonas, son vestigios de esplendorosos pasados y gran actividad cortesana.
Dos grandes iglesias contempla el peregrino en Tordesillas, la de Santa María, declarada Bien de Interés Cultural, de estilo gótico en su origen pero finalizada siguiendo los cánones clasicistas escurialenses, y la de San Pedro, edificada en piedra de sillería a finales del siglo XVI, iglesias a las que por razones de tiempo realiza una fugaz visita, destacando de ellas los cuatro arcos fajones que conforman la única nave de la de Santa María o las bóvedas de crucería estrellada de la nave mayor de la de San Pedro.

Estar en Tordesillas y no hablar de su célebre Tratado entre España y Portugal por el que en 1494 se establecía un reparto de las zonas de conquista del nuevo mundo mediante una línea divisoria del Océano Atlántico. Así que el peregrino se acerca a las dos casas donde se entablaron las negociaciones, casas de piso bajo de sillares de piedra y con escudos en sus portadas, el escudo real bajo el alfiz de una de ellas, unidas actual-mente y rehabilitadas para fines culturales y turísticos, solución que le parece muy acer-tada
Y de nuevo el peregrino de camino, hacia Mota del Marqués, pasando antes por la localidad de Vega de Valdetronco, a la que puede llegar siguiendo un camino próximo a la autovía o dando un breve rodeo que le llevará a las pequeñas poblaciones de Villavieja del Cerro y Bercero, ambas con un templo dedicado a la Asunción, antes de enlazar de nuevo con el camino, opción ésta última elegida por el peregrino para escabullirse todo lo que pueda del tráfico rodado. Y es en Villavieja, en la ladera del Cerro de San Juan, donde el peregrino no da crédito a sus ojos cuando ve una pista de esquí, pero sin nieve, gracias a las nuevas tecnologías y a materiales deslizantes que crean el espejismo de esquiar sin nieve en unos terrenos de secano, proyecto que al parecer está pasando por diversos trámites judiciales y que para el peregrino lleva un nombre tan surrealista como «Meseta Ski». En Bercero le cuentan que en los años 60 del siglo XX el pueblo se hizo famoso por el traslado piedra a piedra de su ermita de San Roque hasta las recién estrenadas instalaciones de la Feria de Muestras de Valladolid. Demasiadas curiosidades para tan poco trecho del camino, piensa el peregrino.
En Vega de Valdetronco le llama la atención del peregrino las ruinas de la ermita de Nuestra Señora de Canteces por su apariencia de esqueleto de animal sin piel, como en algún sitio ha leído, ermita que era atendida por una cofradía hasta que se extinguió en 1711 y que durante ese siglo ejerció de iglesia parroquial mientras se reformaba la de San Miguel Arcángel, siendo utilizada posteriormente como cementerio como atestiguan restos de antiguas tumbas y algunas cruces oxidadas que aun se pueden ver por los alrededores.
El peregrino está caminando por una zona denominada Los Torozos, que son un territorio de «motas» o «cerros testigo», montículos que, ofreciendo una mayor resistencia a la erosión que el terreno circundante, quedan aislados de su entorno constituyendo atalayas naturales, siendo los lugares idóneos para levantar castillos. Y es en uno de estos cerros donde se levanta la localidad de Mota del Marqués, cuyo topónimo recoge sus dos señas de identidad, la mota que lo guarda y la del Marqués Rodrigo de Ulloa, señor de la villa.
Del antiguo castillo levantado en el siglo X en lo alto del cerro el peregrino solo puede ver la torre del homenaje, única torre de planta circular de la provincia de Valladolid, que a primera vista presenta un estado ruinoso y que le parece que se mantiene en pie de puro milagro. Y algo parecido le pasa a la iglesia del Salvador, en la ladera del monte, también puro esqueleto que aguanta como puede su espadaña.
Ya en el pueblo al peregrino le gusta la iglesia de San Martín, obra de Rodrigo Gil de Hontañón, uno de los más importantes arquitectos del siglo XVI, que cuenta con una destacada portada plateresca y una magnífica y sólida torre de época posterior, de la que destaca sus cinco cuerpos de piedra, correspondiendo los tres primeros al siglo XVII y los dos últimos al siglo XVIII. Pero no es solo en la iglesia de San Martín donde el peregrino ve la mano de Gil de Hontañón, la ve también en el palacio de los marqueses de Ulloa, ya que al parecer trazó las líneas del palacio según una cita de su aparejador Alonso de Pando en 1561, palacio que le dicen que es hoy un colegio de religiosas.
Como el peregrino está interesado por las ermitas, en Mota del Marqués visita en las afueras la ermita de Nuestra Señora de los Castellanos, edificio gótico mudéjar de principios del siglo XVI, que alberga la imagen de vestir de la Virgen de Castellanos, patrona de la villa, del siglo XVIII, celebrándose fiestas y romerías en el mes de septiembre. Otra ermita hay en este pueblo, la del Cristo del Humilladero, barroca del siglo XVII, nombre que al peregrino le parece significativo al estar colocados estas ermitas o humilladeros en los caminos, a la entrada y salida de las poblaciones, lo que puede atestiguar la importancia de esta localidad dentro del entramado de caminos, importancia que denota que Mota del Marqués fuera también final de etapa en la carrera de postas en el siglo XVIII.

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