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Biblioteca del Camino
jueves, 20 de enero de 2011
A SANTIAGO POR AVILA (GOTARRENDURA)
BAJO LA LUZ MORAÑEGA
Topónimo de origen vasco, en Gotarrendura el Camino se sumerge en la Moraña auténtica, con los ecos de la figura biográfica de Santa Teresa y una arquitectura de adobes, ladrillo y piedra sobre la que se ha escrito la Historia
El peregrino llega a Gotarrendura, el primer pueblo que se encuentra propiamente morañego en su caminar hacia Santiago, y lo primero que le llama la atención es su nombre, evidentemente compuesto y cuyo topónimo ha sido estudiado por varios autores llegando a similares conclusiones.
Al peregrino no se le escapa que los orígenes de muchos de los lugares por los que está transitando se remontan a tiempos de la repoblación, debiendo su nombre al del repoblador o a las gentes asentadas en ese lugar.
Gotarrendura es, sin duda, uno esos pueblos que debe su nombre a gentes venidas del norte, concre-tamente de las Vascongadas, ya que Endura es un antropónimo de los vascos altomedievales, aunque según algunos autores, no debía de ser muy utilizado por lo poco documentado que está. Al peregrino le consta que en la documentación medieval aparece el nombre de Gotarrendura con una variante, aparece como Gutierrendura, posiblemente por errores de los copistas, más familiarizados con el nombre Gutierre y no con el de Gotarr, posible nombre de pila del repoblador, ya que en documentos del siglo XV al pueblo se le denomina Goterrendura, Guterrrandura o Guterrendura.
Significativo le parece al peregrino el nombre de este albergue, «Entre adobes» material del que está construida esta antigua casa del maestro y rehabilitada como albergue de peregrinos, así como la mayoría de las casas del pueblo, ya que a falta de otros materiales se ha tenido que recurrir a una masa de arcilla y arena, mezclada a veces con paja, moldeada y secada al sol, técnica utilizada por otras culturas con el mismo problema de la escasez de otros materiales constructivos.
En el interior del albergue el peregrino se fija en una pared que, según le explican, el arquitecto rehabilitador ha querido dejar tal como se encontraba antes de la rehabilitación, pudiendo observar el mismo proceso que ha visto en diversas edificaciones, sobre todo religiosas, que se inician con unos materiales y, casi siempre por motivos económicos, se finalizan con otros más pobres, como es el caso de esta casa que se comenzó a construir de granito, como atestiguan los costosos sillares traídos seguramente de Cardeñosa, pero al final se tuvo que recurrir al adobe para su finalización.
En Gotarrendura el peregrino ve el adobe por doquier, lo ve en pequeñas casas con mampostería en su cimentación y lo ven en algunos muros de tapial en corrales y cuadras, observando como en este modelo de viviendas que ha perdurado prácticamente desde la Edad Media el ladrillo ha ido sustituyendo al adobe, ladrillo que en muchas viviendas es utilizado como elemento decorativo en puertas y ventanas, algunas con reja de forja.
En la iglesia parroquial de Gotarrendura, construida en el siglo XVII y dedicada a San Miguel Arcángel, el peregrino advierte cómo el ladrillo va cobrando protagonismo en la construcción de la espadaña que le parece esbelta y que destaca frente a la ermita de la Virgen de las Nieves, donde el ladrillo es ya auténtico protagonista.
Cuando en su caminar el peregrino se encuentra con algún elemento distintivo del Camino de Santiago siente una gran satisfacción al comprobar que poco a poco se van introduciendo señas de identidad que relacionan a estos caminos con el Camino de Santiago, como es el caso del férreo Santiago Peregrino, situado frente a la iglesia parroquial, que identifica a Gotarrendura con el Camino, figura parecida a la que el peregrino ya tuvo la oportunidad de ver en el albergue de Ávila y que allí le informaron que am-bas habían sido realizadas por Luis, miembro de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago, que tiene su sede precisamente en Gotarrendura.
El peregrino sabe que este camino que está realizando está íntimamente ligado a la figura de Santa Teresa, pero su paso por Gotarrendura es, metafóricamente, la guinda del pastel, ya que, según ha podido constatar, a ningún vecino le cabe la menor duda de que en 1515 Santa Teresa nació en en este pueblo morañego.
Como no existe su partida de nacimiento, el peregrino piensa que razones no les faltan para ello, teniendo en cuenta que sus padres tenían posesiones en Gotarrendura, donde se casaron en 1509, y que sus hermanos nacieron allí, faltando curiosamente las hojas correspondientes a ese año del libro de nacimientos de Gotarrendura.
Casualidad o premeditación, en esta cuestión el peregrino ni entra ni sale, sólo piensa que cuántas falsificaciones de la historia se han llevado a cabo por falta de documentos o simplemente por su manipulación.
Al peregrino le llevan al Palomar de Santa Teresa, situado en un solar cerrado con huerta y jardín que fue propiedad de sus padres y que ella heredó, palomar en el que el peregrino se imagina a la niña Teresa jugando y poniendo nombre a las palomas, como dicen los versos de Enrique Barrero, ganador del último premio del certamen internacional de poesía «Palomar Teresiano de Gotarrendura» que ha tenido la oportunidad de leer.
Tras su paseo por el pueblo, el peregrino hace una pausa en el área de descanso El caño, recientemente habilitada para solaz de los peregrinos y donde un letrero le muestra cómo algunos deportes autóctonos se están intentando recuperar, cosa que, como amante de las tradiciones, le parece muy interesante, a la vez que agradece Al ayuntamiento de Gotarrendura los esfuerzos que está realizando para que este pueblo sea un referente del Camino del Levante-Suroeste que el peregrino está recorriendo rumbo a Santiago de Compostela.
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