martes, 18 de enero de 2011

A SANTIAGO POR AVILA (EL TIEMBLO II)


La ermita de San Antonio
Los tembleños se encomendaron a este santo para protegerse de las muchas y graves inundaciones que antaño asolaron la localidad


El peregrino, antes de abandonar El Tiemblo y continuar su camino hacia El Barraco, decide realizar una parada en la Plaza de San Antonio para visitar la ermita de este santo, patrón de esta localidad, al que los vecinos y devotos han erigido un mural en conmemoración del octavo centenario de su nacimiento en Lisboa en 1195.
La ermita de San Antonio es una construcción de finales del XVIII y principios del XIX, como delata una inscripción en la fachada en donde figura Año 1824, en la que el peregrino destacaría el atrio rodeado por una balaustrada de granito que acoge su fachada rematada por cuatro pináculos y dos más en la espadaña que le dan una gran perpendicularidad y esbeltez, destacándose al fondo la cúpula rodeada de ocho pináculos octogonales con vidrieras en la linterna, cúpula que recuerda al peregrino otras de ermitas también dedicadas a San Antonio.

El peregrino entra en el llamado Jardín de San Antonio en donde un grupo de señoras se encargan de mantenerlo y cuidarlo, señoras que son miembros de la Asociación Socio Cultural Grupo San Antonio que amablemente se ofrecen al peregrino para enseñarle y contarle todas las vicisitudes referentes al santo y a la ermita que la tradición oral les ha ido trasmitiendo y que con gran entusiasmo relatan a todo forastero que, como el peregrino, se acercan a la ermita.
El peregrino se pregunta qué relación tiene San Antonio con el Tiemblo y su curiosidad se ve rápidamente satisfecha cuando le cuentan que, según la tradición, los vecinos de la localidad, ante las continuas inundaciones que sufría el pueblo como consecuencia de las grandes tormentas que se originaban en esa zona, decidieron encomendarse a un santo protector para que les protegiera de las calamidades producidas por las riadas. Con el fin de nombrar a ese santo se introdujeron en un cántaro unas papeletas con el nombre de un santo para elegir la que sacara una mano inocente, mano que, tras tres intentos, siempre sacó la que llevaba el nombre de San Antonio, santo que nadie había escrito en ninguna de ellas, pero que todos comprendieron que era deseo del santo ser patrono de la villa y convertirse en su protector. Como el peregrino es amante de las tradiciones, esta que con tanto fervor le relatan le parece extraordinaria y se compromete a divulgarla como una de las experiencias adquiridas en su peregrinar hacia Compostela.
Al peregrino le introducen en el interior de la ermita y le enseñan la imagen de San Antonio que preside la capilla mayor, es una imagen moderna que sigue la iconografía más conocida del Santo como un joven religioso con el Niño Jesús, que se le apareció en uno de sus éxtasis, entre los brazos y un lirio en la mano, aunque el peregrino recuerda otras imágenes de San Antonio en las que el lirio es sustituido por un libro. Rápidamente le aclaran que esa imagen de San Antonio vino a sustituir a la original, una talla de madera que fue quemada durante la guerra civil, así como otros enseres de la iglesia, sin olvidar los desperfectos que sufrió la ermita durante los bombardeos.
Antes de entrar en la pequeña capilla situada en la cabecera y que fue la primitiva ermita dedicada al Santo, el peregrino se entretiene echando un vistazo a los cuadros que, a modo de las estaciones de los Vía Crucis, ocupan las paredes de la ermita, cuadros que han sido restaurados y que representan, junto con su leyenda, los Milagros de San Antonio, pero con la particularidad de que la leyenda está escrita en castellano antiguo, lo que les da, en opinión del peregrino, un valor añadido a estas representaciones pictóricas de la vida del Santo.

la antigua imagen. En lo que fue la antigua ermita el peregrino tiene la oportunidad de ver una fotografía de la destruida imagen de San Antonio que ocupa el lugar en donde estaría ubicada originariamente, así como un par de faldones de los que se le ponían al Santo en las grandes solemnidades, faldones que han sido felizmente recuperados y restaurados. Al peregrino le cuentan que una de las tradiciones era que los peregrinos que pasaban por el Tiemblo echaban su óbolo como ofrenda al Santo por una rejilla situada en esta pequeña capilla, costumbre lógicamente perdida, pero que al peregrino le parece sumamente interesante como uno más de los ritos que seguían los peregrinos en aquellos lugares en donde una reliquias o unos sucesos milagrosos les obligaban a detenerse.
Continuando su visita por la ermita al peregrino le comentan la gran devoción que hay en el pueblo hacia San Antonio y que su mejor ejemplo son los actos que se celebran entre el 12 y el 15 de junio, destacándole la procesión que se celebra el día 13, festividad de San Antonio, y la novena que comienza la semana anterior. A la procesión vie-nen gentes de Toledo y Madrid, posiblemente siguiendo alguna antigua tradición, le dicen al peregrino, invitándole, si alguna vez puede asistir, a la novena, en donde los hombres desde la tribuna entonan cánticos en honor de San Antonio, cánticos que se fomentaron a principios del siglo XIX, posiblemente coincidiendo con el final de la construcción de la ermita, y que se siguen cantando devotamente en la actualidad.
Pero no solo son actos religiosos los que se celebran durante las fiestas, le aclaran al peregrino, ya que los festejos taurinos están firmemente arraigados, sin olvidar los fuegos artificiales, antiguamente conocidos como «función de pólvora», expresión que, junto «La Función», como popularmente eran conocidas estas fiestas dedicadas a San Antonio a finales del siglo XIX, le gustaría al peregrino se recuperaran y formaran parte de ese vocabulario popular que nunca debió perderse.
El peregrino abandona el Tiemblo rumbo a El Barraco llevándose un grato recuerdo de esas personas que con tanto entusiasmo le han enseñado la ermita de San Antonio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario