Generalmente
las leyendas religiosas suelen ser de milagros. Sin embargo las castellanas
como “La cueva de la mora”, “La piel del lobo”, “La dama de las siete arras”,
“El secreto del lago” etc. son de lobos y crímenes y los milagros se refieren a
cómo por ellos tales crímenes fueron descubiertos.
En el Camino
Francés, en la ciudad riojana de Santo Domingo de la Calzada se relata un
ajusticiamiento y como un milagro sirve para
demostrar la inocencia del acusado.
Santo Domingo de la Calzada.
Peregrinaba
hacia Santiago un matrimonio alemán en compañía de su hijo, Hugonell, joven y
guapo. La moza del mesón donde se hospedaron, a su paso por Santo Domingo,
vengóse del joven que resistía sus insinuaciones, ocultando en su morral una
copa de plata, acusándole luego, ante su
patrón, de haberla robado. Ella misma denunció el hecho a los
alguaciles, que le dan alcance y después de comprobar la denuncia, lo
entregaron a las autoridades. El joven es condenado y ahorcado. Al cabo de un
mes, cuando sus padres regresan de Santiago y se acercan al patíbulo para rezar
por el hijo, se encuentran con que éste está vivo, suspendido de la cuerda, y
les suplica que acudan al juez de la ciudad para que lo suelten y lo dejen en
libertad. El juez se encuentra sentado a la mesa a punto de trinchar una
gallina; al oírles, suelta una estrepitosa carcajada y añade: ¡Tan cierto es el
cuento que me acabáis de narrar como que esta gallina está viva! La gallina se
incorporó sobre sus patas y saltó fuera del plato. El juez ordenó
inmediatamente que se descolgara al joven y se castigara a la moza.
Otras mezclan violencia y santidad.
Misterio de Obanos
En la
localidad de Obanos la vigencia de la peregrinación es tan fuerte que, cada
verano, se viene realizando en la gran plaza del pueblo el llamado “Misterio de
Obanos”, representación plástica de lo que fue el Camino de Santiago que recrea
en un texto la leyenda de la princesa aquitana Felicia. Según la leyenda, la
princesa decide abandonar el mundo a la vuelta de su peregrinación a
Compostela. Enterado de la decisión, es su propio hermano Guillermo quien mata
a la princesa en un arrebato de ira tras intentar disuadirla. Arrepentido,
Guillermo peregrina como criminal a Compostela de donde regresa santificado.
Cada
mañana, al despertar, Felicia y su
hermano Guillermo salían a pasear por los jardines de palacio en Aquitania y
compartían sueños acerca del día en que ella contrajese matrimonio con un
poderoso noble, garantizando así las riquezas de su ducado.
Siguiendo
la tradición familiar de peregrinar a Santiago, como un día hiciera Guillermo
X, Felicia anunció que también ella
deseaba emprender la ruta jacobea antes de desposarse, y así lo hizo. Pero de
regreso a casa, sintiendo en su alma el ansia de la ayuda al prójimo, decidió
quedarse recluida como sirvienta en una pequeña localidad Navarra, llamada
Amocáin.
Al
enterarse Guillermo de su decisión, fue tal el despecho y el coraje que sintió,
que en cada rincón de palacio se escucharon sus gritos. Sin poder controlar su
desesperación, fue en su busca. Al encontrarla, y ante su negativa de regresar
a palacio con él, una incontrolable furia se apoderó de Guillermo y acabó con
su vida. Angustiado y arrepentido, emprendió la peregrinación a Santiago implorando
perdón. De vuelta a su hogar, desconsolado, decidió levantar una ermita en el
alto de Arnotegui, donde quedaría orando en soledad el resto de sus días.
El
cuerpo de su hermana fue trasladado a una localidad próxima llamada Labiano,
donde a sus gentes, desde entonces curan sus dolores de cabeza venerando sus
reliquias. Desde entonces todos los días
lloró la pérdida de su querida Felicia.
Pero
no todas son violentas.
Villasirga.
En la capilla
de Santiago de la gran iglesia gótica de Villarcazar de Sirga se venera la célebre Virgen de las Cantigas del Rey Sabio, que
dieron fama universal al santuario. Los milagros corrían de boca en boca a lo
largo de la ruta, llegando a ser extraordinaria la afluencia de romeros,
aquejados de todos los males, que buscaban en el templo de Villasirga la
solución a sus problemas:
Romeus que de Santiago
Ya fóron-lle contando
os miragres que a Virgen
faz en Vila-Sirga.
La fama del
santuario era tal que los peregrinos que se dirigían a Santiago no dudaban en
orar ante la Virgen, difundiéndose sus milagros a lo largo de la ruta. “A un
`ome boo` de Tolosa de Francia, cuenta la leyenda, le impuso el confesor como
penitencia que fuese a Santiago en romería llevando en la mano un bordón de
hierro de veinticuatro libras de peso para que lo pusiese públicamente en el
altar del Apóstol. Emprendió su camino y, al pasar por Villasirga, entró a orar
al templo de la Virgen, colocando el pesado bordón ante su altar. Pidió a la Virgen el perdón de sus
pecados y al momento se partió el bordón en dos pedazos. Cuando quiso
levantarlos para proseguir su viaje no pudo conseguirlo, comprendiendo todos
los presentes que la penitencia estaba dispensada. Y ya libre de la pesada
carga, continuó su romería a Compostela.
Carrión de los Condes.
Los peregrinos
efectuaban la entrada en Carrión de los Condes por la misma calle en la que
está situado el pequeño convento de Santa Clara y, un poco más allá, el templo
de Santa María del Camino, edificio románico del siglo XII, con una potente y ruda
portada en la que están representadas escenas que rememoran el pago del tributo
de las cien doncellas que, al parecer, se hacía en el mismo lugar sobre el que
está edificado el templo. En el interior de la iglesia, un cuadro alude de
nuevo a este legendario hecho. Cuenta la tradición local que los habitantes de
Carrión quedaron exentos del humillante tributo gracias a la irrupción de unos
toros en el recinto en que las cien doncellas iban a ser entregadas a los
moros.
En el centro
de la población, a un lado de la
Plaza Mayor , sobre la denominada calle de la Rúa , está situada la iglesia
de Santiago, original obra del siglo XII, en cuya portada están representadas
24 figuras que aluden a otros tantos oficios colocadas a imagen de los 24
ancianos del Apocalipsis del Pórtico de la Gloria
En Carrión de
los Condes se cuenta que un ciego de nacimiento emprendió el Camino con la
esperanza de que el apóstol pudiera concederle el don de la vista, acompañado
por otro peregrino que le hacía las veces de lazarillo. Caminando llegaron a
Carrión de los Condes hasta el monasterio benedictino de San Zoilo.
Los monjes que
cuidaban del monasterio le ofrecieron al ciego una cama, pero él les suplicó
que le permitieran pasar la noche ante el altar de San Zoilo. A la mañana siguiente,
cuando fueron a abrir el templo, encontraron al peregrino postrado ante la
imagen, mirando fijamente al santo con la luz que el cielo devolverá a sus
ojos.
También en San
Zoilo, según cuenta su biógrafo el monje Rulfo, hubo en cierta ocasión un pobre
hombre de Gascuña, tan contrahecho, que no podía proporcionarse lo necesario
para vivir sino arrastrándose. Con las limosnas así obtenidas compró un asnillo
y determinó ir en peregrinación a Santiago, en la esperanza de alcanzar así la
curación de sus males. Pasando el río Carrión y llegando al monasterio de San
Zoilo, se le murió el jumento, quedando el hombre desconsolado, sin ver la
manera de alzarse del suelo, y desesperado de no poder seguir el camino.
Alguien que le vio en tan apurado trance se apiadó de él y trató de consolarle:
“Tenemos entre nosotros, le dijo, a San Zoilo, mártir meritorio, de quien
obtiene ayuda todo el que ruega de corazón; si insistes en tus preces no
desesperes de hallar pronta salud. Oído lo cual, se hizo llevar arrastrando a
la iglesia del monasterio y allí permanecía toda la noche rezando a San Zoilo.
Cuando se celebraba cierto día el sacrificio de la misa, él, que no se apartaba
del templo, estando en oración, sintió la presencia del auxilio divino que le
otorgaba la salud del cuerpo.
En las
leyendas gallegas resplandece la fe y la humildad y son más espirituales.
Leyenda del Traslado.
Santiago, hijo mayor de Zebedeo, se
dedicó a predicar tras la muerte de Jesús. Algunos textos orientales y
martirologios como la Passio latina dicen que predicó en Judea y
Samaria. Los griegos ortodoxos, coptos y etíopes afirman además que se
dedicó a predicar a los judíos de la Diáspora. En la historia cristiana
conocida como
leyenda áurea de Jacobus de
Voragine, se cuenta que después de ello, Santiago vino a la Hispania Romana
junto a nueve discípulos.
Según ésta leyenda Santiago solo
convirtió a siete personas en toda España, los siete de Zaragoza, y dado el
poco éxito de su misión regresó a Jerusalén dejando en España a dos de los
nueve discípulos para que siguieran evangelizando a los hispanos.
A su vuelta en Jerusalén un
mago llamado Hemógenes envió a su discípulo preferido, Fileto, a donde el
apóstol se hallaba predicando, para que tanto él, como un grupo de fariseos que
le acompañaban y sobre los cuales ejercía el cargo de jefe, tratasen de
convencer a los judíos de que todo lo que Santiago les predicaba era falso.
Pero Santiago, a base de argumentos y de muchos
milagros presenciados convenció a Fileto ante numeroso público de que cuanto
enseñaba era verdadero. Fileto entonces regresó junto a su maestro Hermógenes y
le contó detalladamente los prodigios de los cuales había sido testigo.
Fileto manifestó que cuanto el
apóstol decía era verdad, y además él mismo estaba dispuesto a aceptar su
doctrina. Al oír esto Hemógenes, indignado y recurriendo a sus artes mágicas,
inmovilizó a Fileto de tal modo que, por más que éste lo intentaba, no lograba
mover ninguno de los miembros de su cuerpo.
Santiago liberó a Fileto de su parálisis con un simple
pañuelo y hasta consiguió convencer a Hemógenes, que se convirtió en uno de los
más fieles seguidores de Santiago, cambiando sus oscuros libros de magia por
seguir al apóstol.
Tal fue la reacción de los judíos
ante la conversión de Hemógenes que apresaron a Santiago y lo llevaron ante el
rey Herodes Agripa quien lo condenó a muerte. Pero Santiago iba haciendo
milagros incluso mientras caminaba hacia el lugar en el que iban a
degollarlo. Está escrito que la degollación de Santiago ocurrió un 25 de
marzo, es decir, en fecha similar a la de la anunciación y encarnación de
Jesus. Y un 25 de julio, cuatro meses más tarde, fue trasladado a Galicia.
Aunque la Passio y
otros Actos e Indices, ponen la muerte de Santiago bajo Herodes
alrededor del año 42, y la sitúan casi siempre en Jerusalén, es notable que no
haya noticia de un culto sepulcral, al menos duradero, en Jerusalén ni en otro
lugar de Palestina.
También se relata que Santiago vino
a España a predicar en el manuscrito del siglo VII de San Isidoro de Sevilla
que escribe “De Ortu et Obitu Patrum (la vida y muerte de los
santos) qui in Scriptura laudibus efferuntur”. En ese escrito se dice
lo mismo, que Santiago viajó a España a predicar "...Spaniae et
occidentalium locorum Evangelium praedicavit et in occasum mundi lucem
praedicationes infudit". Pero más concretamente Isidoro de Sevilla
dice que “Santiago predicó el Evangelio en España y en las tierras occidentales
e introdujo la predicación en “in fine-terrae” – en el fin de la tierra, el
actual Finisterre, que es el lugar donde los romanos pensaban que se acababa el
mundo conocido.
Según las
Actas de los Apóstoles, Herodes Agripa ordena, en Jerusalén, decapitar a
Santiago. San Jerónimo ratifica que fue establecido, al disponerse la salida de
los Apóstoles hacia todos los rumbos de la tierra, que al morir cada uno
descansaría en la provincia dónde había predicado el Evangelio, lo que
justificaría el viaje emprendido por sus discípulos a las costas gallegas para
dar sepultura al cuerpo de su maestro.
Según narra
San Lucas, fue decapitado en el año 42 y su cuerpo fue arrojado fuera de la
ciudad como pasto de los perros y de las fieras. Pero sus discípulos regresaron
al lugar de noche y se llevaron el cadáver hasta el puerto de Jope o Jaffa
donde apareció una embarcación que comerciaba con piedra, posiblemente
casiterita que es el mineral del cual se extrae el estaño que en aleación con
el cobre se obtiene el bronce muy apreciado para fabricación de armamento. Esta
barca estaba, según la leyenda, preparada para navegar, aunque sin tripulación,
a bordo de la cual subieron el cuerpo de su maestro y se entregaron al viaje.
Cuando
el barco pasaba a la altura de Bouzas se estaban celebrando las bodas del
príncipe Lobecio Privano (hijo de la Reina Lupa y de Lobo Lobecio) con Caya
Valeria (hija de Caya Lobia y de Puctonio Marcelo), por lo cual los apóstoles
hicieron una parada junto a la tripulación del barco. En aquella época
los barcos costeaban lo más que podían para reducir los riesgos de la
navegación en alta mar, y sobre todo por costas tan peligrosas.
En aquel momento el príncipe, que
estaba participando en un torneo caballeresco, el de baforda, que consistía en
que un caballero con toda su armadura arrojaba su lanza y al galope corría para
cogerla antes de que tocara el suelo. Picó espuelas y se lanzó con tanto brío
que sin darse cuenta entró en el mar y se hundió precipitadamente por el gran peso de la
armadura que llevaba puesta. Los discípulos de Santiago que fueron
testigos del hecho rezaron al apóstol por su vida y milagrosamente hicieron que
el cuerpo flotara.
Ese mismo día,
la embarcación que llevaba el cuerpo del Apóstol se adentró por la ría de Noela
(Noia) deteniéndose en un lugar llamado Iria Flavia. Iria Flavia estaba
dentro de los dominios de la Reina Lupa (Atia Moeta), esta acrópolis también
era llamada en las leyendas como Castro Lupario, lo que hoy en día conocemos
por Padrón.
La Reina Lupa, señora de
Finisterrae, era el sobrenombre dado a la romana Doña Claudia Lupa, hija de Don
Cayo Julio Cesar (Dictador de Roma) y de Doña Cornelio Cinna (Princesa de
Cornelia). Cuando su padre pasó triunfante a dirigir en Roma, la dejó a ella en
Galicia, donde se desposó con Don Lobo Lobecio, señor de Castro Lupario, a
quien el Emperador Augusto nombró régulo, una especie de cónsul.
Suponían que
en Iria Flavia, hasta donde llega el mar en las mareas vivas, había una pequeña
comunidad de creyentes. Con el fin de procurar su ayuda, los discípulos se
acercaron a la orilla. Había allí una columna de piedra, a la cual amarraron la
barca.
Allí junto a
una piedra de venerar de la Iglesia de San Jacobo y con idea de pasar la noche
ocurrió otro milagro. Junto a la piedra de San Jacobo los discípulos cansados
del viaje depositaron el cuerpo encima de otra piedra que milagrosamente se
fundió cual blanda cera, tomando la forma de un sarcófago. Los discípulos
interpretaron el hecho como una invitación divina a buscar pronto y cerca el
lugar definitivo para la sepultura del apóstol. Dos de los discípulos,
Teodoro y Atanasio, dejaron el cuerpo en el milagroso sarcófago y se
dispusieron a encontrar un lugar más adecuado para la sepultura definitiva.
Llegada la
noche, los discípulos se adentraron unas 12 millas en el interior
hasta el lugar elegido para el enterramiento, y acudieron luego a la reina
Lupa, y le pidieron una porción de tierra para dar sepultura a su maestro.
Pero la Reina desconcertada los
engañó y los envió a Dvgivm en Cabo Neiro (Duio-Fisterra), un lugar donde vivía
el sumo sacerdote del Ara Solis, llamado Regulus, quien desconfiando de
los intrusos los mandó apresar tal y como esperaba la reina. Mientras Teodoro y
Atanasio estaban prisioneros en su celda, unas luces aparecieron durante la
noche formando una puerta invisible en el muro y por allí escaparon.
Los dos discípulos fueron de
inmediato perseguidos, pero estos cruzaron un puente, el puente de Nicraria,
que había sobre el río Támara (Tambre) y el puente se hundió inmediatamente
después de ser cruzado, tragándose y ahogando a los soldados que los
perseguían. Este puente de Nicraria es
identificado como el puente de Ons en Negreira
Mientras tanto y nada más partir
los discípulos hacia Cabo Neiro, la reina había ordenado traer los restos del
Apóstol a su presencia, pero cuando los soldados se dispusieron a sustraer el
cadáver del féretro de piedra, el cuerpo se elevó por sí sólo hasta la cima del
Pico Sacro impidiendo su retirada. El Pico Sacro es una pequeña montaña
de unos 600 metros
de altitud que se encuentra en el Valle del Ulla y que se puede divisar desde
unos 30 kilómetros
a la redonda.
Teodoro y Atanasio, ya de vuelta,
se dirigieron de nuevo ante la presencia de la Reina y le pidieron una carreta
y una pareja de bueyes con los que trasladar los restos del maestro a una
sepultura. Pero una vez más la Reina quiso engañarlos y los envió al
monte Ilianvs donde aseguraba que en sus laderas estaban los mejores y más
mansos bueyes de toda Galicia.
Al llegar allí los discípulos
encontraron a los bueyes pero éstos eran salvajes, y lo peor de todo es que
había también un feroz Dragón con ellos. Las bestias atacaron a los dos
discípulos, que consiguieron mediante sus rezos y la repetida acción del signo
de la cruz dominarlas a todas. El dragón explotó en llamaradas y los bueyes
se volvieron mansos.
La Reina Lupa quedó impresionada
por todos estos milagros, viendo salir a los discípulos una y otra vez de todos
los peligros, y escuchando a sus soldados explicar cómo los restos del Apóstol
habían volado ellos solos al pico sacro, y además que su querido hijo había
sido salvado de ser ahogado milagrosamente al paso del barco del Apóstol.
Decidió entonces convertirse al cristianismo y fue bautizada allí mismo, y dice
la leyenda que fue el propio Santiago quien vestido de peregrino la bautizó,
ofreciendo su palacio como mausoleo para el apóstol.
Pero los discípulos no aceptaron,
ellos iban buscando otro lugar, buscaban una señal divina que decidiera el
lugar de final de la sepultura, por lo que rechazaron el ofrecimiento de la Reina
y recogieron el cuerpo de la cima del Pico Sacro. Lo subieron a una
carreta tirada por los bueyes que antes eran salvajes y retomaron su camino.
Los bueyes fueron llevando el
cadáver sin que nadie les guiase, y los discípulos seguían detrás, pero en un
momento del camino los bueyes tenían mucha sed y escarbaron con las pezuñas en
la tierra. De la tierra brotó agua potable milagrosamente, y formando la
llamada fuente del Franco. Al poco los bueyes siguieron su camino hasta
que se detuvieron en un campo denominado Arcis Marmoricis, en el bosque de
Liberdvnvm (Libredón) donde se encontraba una construcción romana que la Reina
Lupa había mandado construir para ella y su nieta de dieciséis años, Viria
Moeta. En aquel lugar elegido se construyó un sepulcro, y la Reina Lupa
lo donó para sepelio del Apóstol, después se edificó allí mismo la Iglesia
Basílica de San Jacobo (Santiago), y la ciudad de Santiago de Compostela se fue
formando en torno a la Basílica con el paso de los años.
La fantástica
historia de cómo llegó el sarcófago a Lourenzá equipara al Conde Santo con
Santiago Apóstol y con San Andrés, santos mayores del reino de Galicia.
Leyenda del Conde Santo.
Después de que
Osorio Gutiérrez peregrinara como monje a Tierra Santa, cerca de Nazaret, en
Zafra, lugar donde nació Santiago y desde cuyo puerto partió su cuerpo hacia
Padrón, vio un sepulcro de piedra que estaban labrando siete moros. Tanto le
gustó que ofreció 500 siclos de oro por él y mandó a dos porteadores que lo
llevasen hasta la orilla del mar, donde lo selló con la punta del báculo que
portaba, para a continuación ya posado en el agua, ordenarle que partiese hacia
Lourenzá.
Obediente,
navegó hasta encallar frente al puerto de Moreda, hoy conocido como Foz,
asombrando a los focenses que al verlo intentaron quitarle la tapa y, como no
pudieron, avisaron al obispo de Mondoñedo, don Teodomiro, que lo fue a
reconocer y dispuso que fuese llevado en un carro para sus aposentos. Hasta
doce hombres intentaron ponerlo en el carro sin conseguirlo y a pesar de
sumarse otros muchos, tampoco lo lograron.
El obispo
regresó a casa, ya sin esperanza de que fuese para él y, cuando regresó el
Conde Santo de su viaje mandó a dos chicos a recogerlo. Lo pusieron en un carro
sin mayor esfuerzo y lo llevaron al monasterio de Lourenzá, donde permanece
desde entonces.
La figura de Carlomagno aparece
en leyendas como la del bosque de las lanzas floridas y en Sahagún, ambos en el
Camino Francés.
Bosque de las lanzas floridas.
En Valcarlos
existe un templo dedicado al Apóstol y un monumento a los peregrinos. La
leyenda, siempre en boca de sus habitantes, nos recuerda que aquí estuvo
localizado el llamado “Bosque de las lanzas floridas”, de las 53.000 doncellas
militarizadas que, muertos los soldados, engrosaron las filas del ejército de
Carlomagno. El escudo ajedrezado de Valcarlos recuerda, también según la
tradición oral, la partida de ajedrez que jugaban Gamelón y Carlomagno cuando
se sintieron reclamados por el sonido del cuerno de Roldán. Una reproducción del
citado tablero, conocido como “ajedrez de Carlomagno”, y que es una
extraordinaria muestra de la orfebrería medieval, se custodia como una reliquia
en la colegiata de Roncesvalles.
Se cuenta en
estos parajes del puerto de Cisa que, mientras Carlomagno lloraba sobre la roca
la pérdida de Roldán y de todos sus Pares, sintiéndose impotente para cumplir
debida venganza por la derrota que acababa de sufrir, se le apareció un ángel
que le aconsejó que, falto de guerreros como ahora estaba, convocase allí a todas
las doncellas del imperio. Acudieron, según se afirma, cincuenta y seis mil
sesenta y seis de ellas, que, reunidas en Valcarlos, fueron armadas con
armaduras de caballeros y enviadas como un auténtico ejército hacia las alturas
de Ibañeta, sembrando desde lejos el terror en los musulmanes, que huían ante
su presencia asustados de aquella armada formada, según creían, por jóvenes y
valientes guerreros “de largos cabellos y hermoso porte”.
Regresado
aquel improvisado ejército tras haber ahuyentado sin lucha a los infieles, las
muchachas dieron gracias a Dios por su incruenta victoria y, clavando sus
lanzas en el suelo, se tendieron a descansar, durmiendo toda la noche. Al
despertar fueron todos testigos del milagro que se había obrado mientras
reposaban: aquel bosque de lanzas se había transformado en un bosque de árboles
enhiestos y floridos que, en adelante, se llamó Bosque de las Lanzas y todavía
puede verse a la vera de la senda peregrina.
Roldán
villano en Puxares.
Costureras de Puxares.
De los doce
pares de Francia, Roldán fue uno de los más sonados paladines enviados a
Galicia por Carlomagno para ayudarle al Apóstol Santiago a liberarla de los
moros; por veces se le llamaba don Roldán y hasta San Roldán en otros casos, y
puede ocupar, según que versiones leamos de esta leyenda, el papel de villano o
de héroe.
En Puxares,
parroquia de Vilanuide, ayuntamiento de Quiroga, vivían tres costureras muy
bien hechas en un otero apartado del resto del lugar. Cuadró que pasó Roldán
por el lugar y las vio, y desde entonces no hubo día que no las fuese a
visitar.
Las tres mozas
comenzaron a aborrecer aquellas visitas, no confiaban en las buenas intenciones
del caballero pero cuando Roldán les propuso llevarlas con él para Francia, le
respondieron que no. Roldán seguía porfiando, y ellas diciéndole que no querían
ir para Francia ni para otro lado. Pero Roldán, enojado por la negativa, las
amenazó con llevarlas a la fuerza. Entonces las tres mozas, no viendo manera de
convencerlo, le propusieron un imposible:
- Iremos
contigo a Francia cuando venga el río Xares por delante de nuestra casa.
Pasó la noche,
y nadie sabe como fue, el caso es que el río Xares, que más abajo se llama
Bibei, cambió el curso. Y, a la mañana del día siguiente, los vecinos llegaron
a la puerta de las tres costureras diciendo:
Costureiras de Puxares,
vinde lavar as perniñas
ás
augas do río Xares.
Las tres mozas
salieron de casa y palidecieron; el río Xares pasaba besando la puerta del
lugar de Puxares.
Las tres
costureras, por miedo a tener que cumplir con Roldán, huyeron camino de
Valedorras. Roldán se enteró por boca de sus soldados, montó en su caballo
blanco y las persiguió. Cruzaron tierras y montes por donde ahora se llama A
Rúa hasta llegar a Valencia do Sil, mismo a la orilla del río que da nombre a
este lugar.
Las tres
mozas, no se sabe que arte usaron, y cruzaron el río. Roldán las vio desde
lejos, aunque estaba a mucha distancia de ellas; entonces picó las espuelas de
su caballo y de un salto pasó al otro lado del río. Para quien quiera verlas,
están allí las huellas dejadas por las herraduras de su caballo.
Entonces fue
cuando las costureras, las tres a una, pidieron ayuda al demonio:
Antes piedras
que esclavas de Roldán.
Y el demonio
atendió su petición y las volvió, delante de las narices de Roldán, piedras;
tres blancas piedras, blancas como el cuarzo o como el caballo de Roldán.
Y esas tres
piedras aún hoy se pueden ver, en el Coto del Castillo de Valencia do Sil, en
Villamartín de Valedoras, desgastadas por la lluvia y por el viento, pero se
aprecia en su forma la que debió ser la belleza de las mozas de Puxares antes
de conocer a Roldán.
Roldán héroe en Carregal
Laguna de Carregal.
Una leyenda gallega muy interesante,
relacionada con el héroe franco, es la que cerca de la laguna de Carregal
menciona una huella más del caballo de Roldán, y asegura que allí el héroe fue
capaz de detener el sol durante una hora hasta que remató la victoria sobre sus
enemigos: extraordinaria reminiscencia del milagro que concedió Dios al
Carlomagno de la Chanson de Roland para que pudiera terminar de vencer a
los moros de Zaragoza y vengar la muerte de su sobrino y la destrucción de su ejército
en Roncesvalles:
En la laguna
de Carregal, que se ve desde lo alto del monte Curota está sumergida la ciudad
de Malverde (Valverde), donde había mouros
que fueron expulsados por Carlomagno y los doce Pares de Francia y Oliveros, y
en un peñasco del monte hay impresa una patada del caballo de Roldán, dada
cuando éste pidió, después de ponerse el sol, una hora de día para derrotar a
los enemigos. Desde entonces, después de que se pone el sol, hay una hora de
luz.
Enfrente del
Río do Mar se presentó, y desde esto han pasado ya muchos años, un barco cuyos
tripulantes preguntaron por la ciudad de Malverde y, como les dijeron que había
desaparecido hacía tiempo, izó las velas y se marchó.
La ciudad de Malverde o Valverde
quedó sumergida bajo las aguas./
En la laguna
de Carregal había una ciudad barrida por las aguas donde una princesa sacó agua
de un pozo sagrado pero prohibido, cuya agua daba la inmortalidad a quien la
bebiera, la princesa probó el agua y quedó hechizada y su encantamiento no se
rompió hasta que una enorme ola se llevó la ciudad dejando una laguna donde
estaba el pozo. Hoy están aquí las dunas de Corrubedo, dunas vivas y móviles.
Las dunas de
Corrubedo albergan un tesoro de garzas, halcones y multitud de aves y también
los sollozos del alma de la princesa que algunos dicen oír entre las dunas y la
laguna al filo de la media noche lamentando su vida eterna.
Fueron muchas las ciudades sumergidas (asulogadas) según las leyendas.
El lago de Carucedo
En las
Médulas, cerca de Ponferrada, se encuentra el lago Carucedo que según la
leyenda se formó con las lágrimas de Boremia, hija de Medulio, que al ver a su
pueblo sometido y esclavizado por los romanos lloró tanto que sus lágrimas
inundaron el valle y sus aguas se llevaron su cuerpo.
En tiempos de
la todopoderosa Roma, los guerreros celtas, mandados por Medulio, estaban
sometiendo a las Legiones Romanas, mandas por Carisio a dolorosas derrotas.
Medulio tenía una bella hija, llamada Boremia, de la que se enamoro Carisio.
Cansados de desastres Roma, envío un Gran Ejercito y derrotaran a los celtas.
Durante la batalla, un rayo mata a Medulio y la sangre de los celtas muertos,
se infiltro en la montaña convirtiéndose en oro y dando lugar a las Medulas.
Los romanos habían ganado la Batalla, pero perdieron la guerra al esclavizar su
Imperio en la extracción del Oro de las Medulas. Finalizada la batalla, Carisio
subió a las Montañas del Bierzo, a buscar a su amada Boremia, engañándola con
la promesa de que había firmado la paz con su padre. Cuando llego al pueblo,
comprobó que sus guerreros eran esclavos, el pueblo arrasado y el árbol sagrado
de Tejo cortado. Boremia, empezó a llorar y llorar, hasta que sus lágrimas
hicieron un río, que se convirtió en lago y la arrastraron hasta el fondo. Hoy
día en la noche de San Juan, hay quien dice, ver en el Lago de Carucedo a la
Ondina Caricea, cantando canciones celtas.
El amor está presente en muchas leyendas,
pero posiblemente la mayor expresión de amor se da en Sálvora.
Los Mariño.
En Santa Uxía
de Ribeira, enfrente de la iglesia se puede ver la casa blasonada de los
marqueses de Revilla en cuyo escudo situado en la fachada aparece la sirena de
los Mariño.
Cumplida toda
una vida de hazañas y sinsabores, cuando Roldán se postró a los pies del
Apóstol en Santiago para pedirle un destino en el que pudiera reposar su
espíritu, el Santo le envió a Sálvora, la isla del Salvador. Allí lo llevaron
unos marineros de Carril, para dejarlo en la soledad del ermitaño hasta que un
buen día “con todo el esplendor del Astro Rey en lo alto”, vio aflorar entre
las aguas una bella sirena con todas las prendas para que el famoso guerrero
descansara de una vez.
La sirena de
Sálvora tuvo amores con un caballero
romano naufragado en la isla. Nació un niño que se llamó Mariño.
Cuenta la
leyenda, que el misterioso caballero romano mencionado en la placa de la isla
de Sálvora, no era tal caballero romano, los iniciados aseguran que se trataba
del caballero Roldán, sobrino de Carlomagno. De ese modo, Roldán no habría
muerto en la batalla de Roncesvalles en el año 778, como asegura el poema épico
“La Canción de Roldán”. Pues bien, en contra de lo que deberá afirmar
públicamente, ya que la verdad es que Roldán, ciertamente malherido, consiguió
escapar de la contienda, yendo a refugiarse a la mágica isla de Sálvora. De
hecho, cuentan que, en las noches de tormenta, aún se puede escuchar un ruido
estridente en las inmediaciones de la isla que avisa a los marineros de los
peligros del mar. Según dicen, el ruido procede del olifante que poseía el
propio Roldán.
Una mañana,
Roldán paseaba a caballo por la blanca playa al pie de las aguas cristalinas.
De pronto, observó en la lejanía, lo que reconoció como un cuerpo de mujer
tumbado en la arena. Intrigado, el caballero espoleó al animal para acercarse
galopando al lugar en que se encontraba la joven. Al llegar al lugar, cual fue su
sorpresa al constatar que se trataba de una sirena!. No daba crédito a lo que
veía. Era una hermosa mujer, de rostro angelical, turgentes pechos y esbelta
cintura, que continuaba en una brillante cola de pez. Roldán quedó tan prendado
por la belleza de la muchacha y por el candor de su mirada que, sin que ella le
hubiese dicho una sola palabra, la subió a lomos de su caballo para llevarla a
su hogar.
Una vez allí,
le quitó las escamas con paciencia, una por una convirtiéndose así la sirena en
una espléndida mujer. Roldán la contempló durante largos minutos, ensimismado
por su belleza. Se dirigió hacia ella, y
no pudo resistir el impulso de tomarla entre sus brazos. Recorrió con dulzura
su suave piel, recreándose en cada rincón de su cuerpo. Y la poseyó.
Cuando ambos
yacían abrazados en el lecho, Roldán se percató de que no conocía su nombre.
Cual fue su sorpresa al preguntárselo,
que la sirena fue incapaz de responder: era muda. Pero a Roldán no le
importó en absoluto, ya que estaba perdidamente enamorado de ella. Así, decidió
acuñarle el nombre de Mariña, por haber venido del mar.
Pasaron
felices los meses para los dos enamorados, con la única pega de que, por más
que Roldán intentaba enseñarle y por más que Mariña se esforzaba, no conseguía
emitir palabra, sólo apenas unos gruñidos ininteligibles. La felicidad de la
pareja se vio colmada al dar a luz a su primer hijo, un niño hermoso como su
madre y fuerte como su padre.
Cuando el bebé
contaba con apenas unos meses, se celebró en los dominios de Roldán la noche de
San Juan. Noche mágica por excelencia en Galicia, en la que los más profundos
deseos se cumplen y en la que incluso, si se sabe el modo, pueden conocerse los
destinos del futuro.
Todo el mundo
cantaba y bailaba alrededor de la hoguera, mientras Mariña, con el niño en brazos,
lo observaba todo con curiosidad y alegría. De pronto, Roldán se dirigió a
ella, le arrebató a su hijo y se dirigió a la hoguera para cumplir la tradición
de saltarla. Mariña, que desconocía esta costumbre, pensó que su marido había
perdido la razón y pretendía tirar el niño a las llamas. Presa del pánico, la
sirena gritó ¡Hijo!.
Al pronunciar
esta palabra, un trozo de carne se desprendió de su garganta, y desde entonces
la sirena pudo hablar con normalidad. De este modo, la felicidad de la pareja
fue plena, compartiendo largos años de amor que dieron sus frutos en el linaje
de los Mariño.
Cuentan
algunos que, al morir Roldán, la sirena volvió al mar poniendo antes una
condición: de cada generación de los Mariño, debería entregársele a ella un
niño que se llevaría al mar. El
elegido se reconocería por tener los ojos azules. Lo inquietante es que se han
dado casos (recogidos por Torrente Ballester) de Mariños de ojos azules
desaparecidos en la costa.
Hay leyendas que dejaron el Camino sembrado
de ermitas.
Leyenda de las siete hermanas.
"Cuenta la leyenda que hace
muchos, muchos años venían por el camino de Santiago de paso para Galicia en
romería, siete hermanas, pero al llegar a los Montes de León venían tan
cansadas y extenuadas que decidieron pararse al lado de una fuente para
descansar y lavar los pies a la más pequeña, que los traía lastimados del largo
camino.
Mientras la
hermana mayor curaba a la pequeña, las otras decidieron asomarse para ver el
camino que les esperaba. Quedaron atónitas ante aquella visión, en
contraposición a los páramos y sequedales que habían dejado atrás. Tenían ante
sí los paisajes más maravillosos que se pudieran soñar. Emocionadas se lanzaron
al valle, corriendo y rodando, hasta que cuando se quisieron dar cuenta,
estaban perdidas y ninguna veía a su compañera.
Cuando la
hermana mayor, la Guiadora, se dio cuenta, era ya tarde. Llamó a las otras,
pero al no obtener respuesta decidió ir en su busca.
Dejó a la pequeña a la orilla de
la fuente y se fue camino adelante llamando a sus hermanas, hasta que
desesperada al no encontrarlas decidió volver a recoger a la pequeña. Pero al
llegar al sitio donde la había dejado, la pequeña ya no se encontraba allí.
Desesperada,
fue a contar sus penas a un viejo pastor que por allí apacentaba a su rebaño.
El buen hombre le dijo que lo más conveniente sería subirse a la montaña más
alta del lugar, porque quizás desde allí podría ver a sus hermanas.
Subió hasta aquel lugar, pero tampoco encontró a
sus hermanas. Entonces pidió con gran devoción a Dios que se las hiciese
visibles, aunque fuese nada más por un momento. El Señor la escuchó y entonces
vio a la más pequeña, en un lugar llamado Valdescallos, que se estaba peinando
tranquilamente. La pobrecita se había ocultado de sus hermanas retirándose a
aquel apacible lugar, pensando que se habían ido por no esperarla, ya que al
estar coja no podía caminar con ellas.
La hermana mayor miró otra vez y se encontró a la
segunda; estaba subida en una encina y también buscaba a sus hermanas. La
tercera estaba algo más lejos, subida en lo alto de una peña desde donde se
dominaba el valle. La cuarta había ido a parar al norte, al pie de un río de
poco caudal, el Valdeprado, afluente del Sil. La quinta estaba en un lugar
llamado Fombasallá, y la sexta al pie del antiguo Bergidum, junto al río Cúa.
Todas ellas vieron a la hermana mayor, pero entre ellas no se veían.
La Guiadora las llamó, pero ellas respondieron que
era mejor descansar un tiempo en un lugar tan apacible y que querían quedarse
allí hasta que Dios quisiera dar testimonio de fe a los hombres del lugar. Dios
les concedió su deseo y las dejó en el lugar donde estaban, para quien las
encontrara les hiciera una ermita y un altar.
La Virgen de la Peña fue encontrada en una peña muy
alta por unos pastores. Estos, muy contentos, bajaron la imagen al pueblo más
cercano (Congosto), donde fue muy bien acogida por todos, colocándola en un
altar para ella sola en la Iglesia del pueblo; pero cuando a la mañana siguiente
fueron a verla, ya no estaba, y poco después la volvieron a encontrar en el
mismo lugar del hallazgo. Comprendieron que la Virgen prefería aquella peña a
la Iglesia del pueblo y le hicieron allí una ermita.
Junto al arroyo de Valdeprado hallaron unos vaqueiros
a la Virgen de las Nieves.
Encontraron una imagen, pero no sabían a qué Virgen correspondía y cuando
estaban pensando como llamarla, el campo, a pesar de ser agosto, se cubrió de
nieve. En aquel lugar hicieron una ermita en su honor.
La Virgen de las Angustias fue hallada entre unos
salgueros en Cacabelos, donde se le profesa una gran devoción.
A la
Virgen de los Escallos la encontraron junto a la fuente del
mismo nombre y allí le hicieron una ermita; pero siempre, antes de terminarla
se caía. Los aldeanos pensaron que esto ocurría porque se veía desde La Guiana,
y la Virgen no quería ser vista por ninguna de sus hermanas, y por eso el
pueblo le dedicó una ermita más oculta. Se dice que esta virgen es humilde y no
gusta de romerías.
La Virgen de
la Guiana,
la guiadora, fue encontrada por unos pastores en lo alto de la montaña que
lleva su nombre, los pastores la bajaron para San Pedro de Montes y allí
hicieron una ermita, que como ocurría con la de la Virgen de la Peña se caía
nada mas construirla. Así que el abad del monasterio comprendió que la virgen
quería que se le dedicase una ermita en el lugar del hallazgo.
La Virgen de
la Encina,
fue hallada por los caballeros del Temple cuando cortaban leña en un encinar.
Le hicieron una ermita, pero al poco tiempo fue tanta la afluencia de devotos,
que la ermita hubo de ser agrandada y convertida en santuario.
La de Fombasallá fue encontrada en los montes
próximos a Villafranca del Bierzo. Es la única que no se encuentra en su
ermita, está todo el año en la Colegiata de Santa María de Villafranca y sólo
la llevan a su ermita los días de la fiesta. Está en una peana situada en el
lateral derecho de la Colegiata.
Para concluir decir que
la Virgen de la Guiana era la más importante de todo el Bierzo. Sin embargo, en
la actualidad, arruinada su ermita, apenas queda de ella un recuerdo. Hoy en
día su puesto ha sido ocupado por la Virgen de la Encina, proclamada patrona de
todo el Bierzo en 1908.
Y leyendas que incluso detuvieron el
tiempo.
San Ero en Armenteira.
En el lugar de
Armenteira, ayuntamiento de Meis, partido judicial de Cambados, en la provincia
de Pontevedra, existe un monasterio muy antiguo, que fue fundado por un señor
que allí tenía su palacio y que, aborrecido del mundo y de sus repugnantes
enredos, envidias, codicias y ruindades de toda suerte, quiso recogerse
humildemente en un santo recinto para hacer oración y penitencia.
Para lograr
sus deseos pidió a San Bernardo que le enviara cuatro monjes del Cister que le
ayudaran en lo que se proponía; y fue esto en el año 1149. El señor de
Armenteira, que se llamaba don Ero, profesó al siguiente año, siendo elegido
luego abad del naciente monasterio, y en el año 1151ordenado de todas las
órdenes en Santiago.
El abad don
Ero era muy devoto de la Virgen
de Santa María, y solía pedirle en sus rezos que le mostrara cuál es el bien
que el paraíso tiene para aquéllos que por su piedad y devoción, y también por
su rectitud en la vida, sean de él merecedores.
Y dice la
leyenda que el piadoso y buen abad tenía por costumbre salir algunos días para
distraerse un poco caminando por el bosque que había en la ladera del monte
Castrove, próximo al monasterio por él fundado.
Cuenta el rey
Alfonso X, el Sabio, en una de sus famosas Cantigas a Santa María (la número
103), cómo san Ero entró un día en una huerta a la que muchas veces iba, donde
encontró una fuente de agua clara y murmurante, que parecía proporcionarle
apacible reposo a la sombra de un frondoso árbol que crecía al lado de la
cristalina fuente.
Cerró los ojos
beatíficamente el viejo abad, pues habían pasado ya muchos años desde que había
sido elegido; y como siempre, rogó a Nuestra Señora:
-“¡Ay, Virgen!
¿Qué será el Paraíso? ¿Y no podría verlo antes de salir de aquí, yo que tanto
te lo pedí?
Entonces, en
el árbol bajo cuyas ramas frondosas reposaba el santo Ero, comenzó a trinar un
pajarito. Y el pajarito cantaba con tan grato sonido, y tan armonioso, que el
viejo monje olvidó el tiempo que transcurría y se quedó allí sentado, en la
hierba blanda y olorosa a la orilla de la fuente que susurraba, escuchando
entusiasmado aquel canto y aquella armonía con que el pajarito le regalaba.
Y así pasaron,
sin que se diera cuenta, trescientos años, pensando que no había estado sino
muy poco tiempo.
Cuando se
levantó el viejo abad, se fue al monasterio; más, al llegar, encontró un gran
portal que nunca había visto, y dijo:
-“¡Ay, Santa
María me valga! No es éste mi monasterio”.
Entró de todas
formas en él y los monjes cuando lo vieron sintieron gran pavor, y el prior le
preguntó:
-“Amigo, ¿vos
quién sois?, ¿o qué buscáis aquí?”
Cuando
supieron lo que le había pasado a don Ero, el abad y todos los monjes
exclamaron, asombrados:
¡Nunca tan gran maravilla
como Deus por
este fez
polo rogo de
sa madre,
Vires santa
de gran prez!
Y éste es uno
de los milagros hechos por la Virgen María
cantados por el rey Alfonso X, el Sabio, que confirma la leyenda que se cuenta
en la parroquia de Santa María de Armenteira.
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