domingo, 1 de enero de 2017

LEYENDAS SELECTAS


Generalmente las leyendas religiosas suelen ser de milagros. Sin embargo las castellanas como “La cueva de la mora”, “La piel del lobo”, “La dama de las siete arras”, “El secreto del lago” etc. son de lobos y crímenes y los milagros se refieren a cómo por ellos tales crímenes fueron descubiertos. 

En el Camino Francés, en la ciudad riojana de Santo Domingo de la Calzada se relata un ajusticiamiento y como un milagro sirve para  demostrar la inocencia del acusado.

Santo Domingo de la Calzada.

Peregrinaba hacia Santiago un matrimonio alemán en compañía de su hijo, Hugonell, joven y guapo. La moza del mesón donde se hospedaron, a su paso por Santo Domingo, vengóse del joven que resistía sus insinuaciones, ocultando en su morral una copa de plata, acusándole luego, ante su  patrón, de haberla robado. Ella misma denunció el hecho a los alguaciles, que le dan alcance y después de comprobar la denuncia, lo entregaron a las autoridades. El joven es condenado y ahorcado. Al cabo de un mes, cuando sus padres regresan de Santiago y se acercan al patíbulo para rezar por el hijo, se encuentran con que éste está vivo, suspendido de la cuerda, y les suplica que acudan al juez de la ciudad para que lo suelten y lo dejen en libertad. El juez se encuentra sentado a la mesa a punto de trinchar una gallina; al oírles, suelta una estrepitosa carcajada y añade: ¡Tan cierto es el cuento que me acabáis de narrar como que esta gallina está viva! La gallina se incorporó sobre sus patas y saltó fuera del plato. El juez ordenó inmediatamente que se descolgara al joven y se castigara a la moza.

Otras  mezclan violencia y santidad.


Misterio de Obanos

En la localidad de Obanos la vigencia de la peregrinación es tan fuerte que, cada verano, se viene realizando en la gran plaza del pueblo el llamado “Misterio de Obanos”, representación plástica de lo que fue el Camino de Santiago que recrea en un texto la leyenda de la princesa aquitana Felicia. Según la leyenda, la princesa decide abandonar el mundo a la vuelta de su peregrinación a Compostela. Enterado de la decisión, es su propio hermano Guillermo quien mata a la princesa en un arrebato de ira tras intentar disuadirla. Arrepentido, Guillermo peregrina como criminal a Compostela de donde regresa santificado.

Cada mañana, al despertar,  Felicia y su hermano Guillermo salían a pasear por los jardines de palacio en Aquitania y compartían sueños acerca del día en que ella contrajese matrimonio con un poderoso noble, garantizando así las riquezas de su ducado.

Siguiendo la tradición familiar de peregrinar a Santiago, como un día hiciera Guillermo X, Felicia  anunció que también ella deseaba emprender la ruta jacobea antes de desposarse, y así lo hizo. Pero de regreso a casa, sintiendo en su alma el ansia de la ayuda al prójimo, decidió quedarse recluida como sirvienta en una pequeña localidad Navarra, llamada Amocáin.

Al enterarse Guillermo de su decisión, fue tal el despecho y el coraje que sintió, que en cada rincón de palacio se escucharon sus gritos. Sin poder controlar su desesperación, fue en su busca. Al encontrarla, y ante su negativa de regresar a palacio con él, una incontrolable furia se apoderó de Guillermo y acabó con su vida. Angustiado y arrepentido, emprendió la peregrinación a Santiago implorando perdón. De vuelta a su hogar, desconsolado, decidió levantar una ermita en el alto de Arnotegui, donde quedaría orando en soledad el resto de sus días.

El cuerpo de su hermana fue trasladado a una localidad próxima llamada Labiano, donde a sus gentes, desde entonces curan sus dolores de cabeza venerando sus reliquias. Desde entonces todos los días  lloró la pérdida de su querida Felicia.

Pero no todas son violentas.

Villasirga.

En la capilla de Santiago de la gran iglesia gótica de Villarcazar de Sirga se venera la célebre  Virgen de las Cantigas del Rey Sabio, que dieron fama universal al santuario. Los milagros corrían de boca en boca a lo largo de la ruta, llegando a ser extraordinaria la afluencia de romeros, aquejados de todos los males, que buscaban en el templo de Villasirga la solución a sus problemas:

            Romeus que de Santiago

            Ya fóron-lle contando

            os miragres que a Virgen

            faz en Vila-Sirga.



La fama del santuario era tal que los peregrinos que se dirigían a Santiago no dudaban en orar ante la Virgen, difundiéndose sus milagros a lo largo de la ruta. “A un `ome boo` de Tolosa de Francia, cuenta la leyenda, le impuso el confesor como penitencia que fuese a Santiago en romería llevando en la mano un bordón de hierro de veinticuatro libras de peso para que lo pusiese públicamente en el altar del Apóstol. Emprendió su camino y, al pasar por Villasirga, entró a orar al templo de la Virgen, colocando el pesado bordón ante su altar. Pidió a la Virgen el perdón de sus pecados y al momento se partió el bordón en dos pedazos. Cuando quiso levantarlos para proseguir su viaje no pudo conseguirlo, comprendiendo todos los presentes que la penitencia estaba dispensada. Y ya libre de la pesada carga, continuó su romería a Compostela.  



          Carrión de los Condes.



Los peregrinos efectuaban la entrada en Carrión de los Condes por la misma calle en la que está situado el pequeño convento de Santa Clara y, un poco más allá, el templo de Santa María del Camino, edificio románico del siglo XII, con una potente y ruda portada en la que están representadas escenas que rememoran el pago del tributo de las cien doncellas que, al parecer, se hacía en el mismo lugar sobre el que está edificado el templo. En el interior de la iglesia, un cuadro alude de nuevo a este legendario hecho. Cuenta la tradición local que los habitantes de Carrión quedaron exentos del humillante tributo gracias a la irrupción de unos toros en el recinto en que las cien doncellas iban a ser entregadas a los moros.



En el centro de la población, a un lado de la Plaza Mayor, sobre la denominada calle de la Rúa, está situada la iglesia de Santiago, original obra del siglo XII, en cuya portada están representadas 24 figuras que aluden a otros tantos oficios colocadas a imagen de los 24 ancianos del Apocalipsis del Pórtico de la Gloria



En Carrión de los Condes se cuenta que un ciego de nacimiento emprendió el Camino con la esperanza de que el apóstol pudiera concederle el don de la vista, acompañado por otro peregrino que le hacía las veces de lazarillo. Caminando llegaron a Carrión de los Condes hasta el monasterio benedictino de San Zoilo.



Los monjes que cuidaban del monasterio le ofrecieron al ciego una cama, pero él les suplicó que le permitieran pasar la noche ante el altar de San Zoilo. A la mañana siguiente, cuando fueron a abrir el templo, encontraron al peregrino postrado ante la imagen, mirando fijamente al santo con la luz que el cielo devolverá a sus ojos.



También en San Zoilo, según cuenta su biógrafo el monje Rulfo, hubo en cierta ocasión un pobre hombre de Gascuña, tan contrahecho, que no podía proporcionarse lo necesario para vivir sino arrastrándose. Con las limosnas así obtenidas compró un asnillo y determinó ir en peregrinación a Santiago, en la esperanza de alcanzar así la curación de sus males. Pasando el río Carrión y llegando al monasterio de San Zoilo, se le murió el jumento, quedando el hombre desconsolado, sin ver la manera de alzarse del suelo, y desesperado de no poder seguir el camino. Alguien que le vio en tan apurado trance se apiadó de él y trató de consolarle: “Tenemos entre nosotros, le dijo, a San Zoilo, mártir meritorio, de quien obtiene ayuda todo el que ruega de corazón; si insistes en tus preces no desesperes de hallar pronta salud. Oído lo cual, se hizo llevar arrastrando a la iglesia del monasterio y allí permanecía toda la noche rezando a San Zoilo. Cuando se celebraba cierto día el sacrificio de la misa, él, que no se apartaba del templo, estando en oración, sintió la presencia del auxilio divino que le otorgaba la salud del cuerpo.



En las leyendas gallegas resplandece la fe y la humildad y son más espirituales.



Leyenda del Traslado.



Santiago, hijo mayor de Zebedeo, se dedicó a predicar tras la muerte de Jesús.  Algunos textos orientales y martirologios como la Passio latina dicen que predicó en Judea y Samaria.  Los griegos ortodoxos, coptos y etíopes afirman además que se dedicó a predicar a los judíos de la Diáspora. En la historia cristiana conocida como



leyenda áurea de Jacobus de Voragine, se cuenta que después de ello, Santiago vino a la Hispania Romana junto a nueve discípulos.



Según ésta leyenda Santiago solo convirtió a siete personas en toda España, los siete de Zaragoza, y dado el poco éxito de su misión regresó a Jerusalén dejando en España a dos de los nueve discípulos para que siguieran evangelizando a los hispanos. 



 A su vuelta en Jerusalén un mago llamado Hemógenes envió a su discípulo preferido, Fileto, a donde el apóstol se hallaba predicando, para que tanto él, como un grupo de fariseos que le acompañaban y sobre los cuales ejercía el cargo de jefe, tratasen de convencer a los judíos de que todo lo que Santiago les predicaba era falso.

Pero Santiago, a base de argumentos y de muchos milagros presenciados convenció a Fileto ante numeroso público de que cuanto enseñaba era verdadero. Fileto entonces regresó junto a su maestro Hermógenes y le contó detalladamente los prodigios de los cuales había sido testigo.



Fileto manifestó que cuanto el apóstol decía era verdad, y además él mismo estaba dispuesto a aceptar su doctrina. Al oír esto Hemógenes, indignado y recurriendo a sus artes mágicas, inmovilizó a Fileto de tal modo que, por más que éste lo intentaba, no lograba mover ninguno de los miembros de su cuerpo.

Santiago liberó a Fileto de su parálisis con un simple pañuelo y hasta consiguió convencer a Hemógenes, que se convirtió en uno de los más fieles seguidores de Santiago, cambiando sus oscuros libros de magia por seguir al apóstol.



Tal fue la reacción de los judíos ante la conversión de Hemógenes que apresaron a Santiago y lo llevaron ante el rey Herodes Agripa quien lo condenó a muerte. Pero Santiago iba haciendo milagros incluso mientras caminaba hacia el lugar en el que iban a degollarlo.  Está escrito que la degollación de Santiago ocurrió un 25 de marzo, es decir, en fecha similar a la de la anunciación y encarnación de Jesus. Y un 25 de julio, cuatro meses más tarde, fue trasladado a Galicia.



Aunque la Passio y otros Actos e Indices, ponen la muerte de Santiago bajo Herodes alrededor del año 42, y la sitúan casi siempre en Jerusalén, es notable que no haya noticia de un culto sepulcral, al menos duradero, en Jerusalén ni en otro lugar de Palestina.



También se relata que Santiago vino a España a predicar en el manuscrito del siglo VII de San Isidoro de Sevilla que escribe “De Ortu et Obitu Patrum (la vida y muerte de los santos) qui in Scriptura laudibus efferuntur”. En ese escrito se dice lo mismo, que Santiago viajó a España a predicar "...Spaniae et occidentalium locorum Evangelium praedicavit et in occasum mundi lucem praedicationes infudit".  Pero más concretamente Isidoro de Sevilla dice que “Santiago predicó el Evangelio en España y en las tierras occidentales e introdujo la predicación en “in fine-terrae” – en el fin de la tierra, el actual Finisterre, que es el lugar donde los romanos pensaban que se acababa el mundo conocido. 



Según las Actas de los Apóstoles, Herodes Agripa ordena, en Jerusalén, decapitar a Santiago. San Jerónimo ratifica que fue establecido, al disponerse la salida de los Apóstoles hacia todos los rumbos de la tierra, que al morir cada uno descansaría en la provincia dónde había predicado el Evangelio, lo que justificaría el viaje emprendido por sus discípulos a las costas gallegas para dar sepultura al cuerpo de su maestro.



Según narra San Lucas, fue decapitado en el año 42 y su cuerpo fue arrojado fuera de la ciudad como pasto de los perros y de las fieras. Pero sus discípulos regresaron al lugar de noche y se llevaron el cadáver hasta el puerto de Jope o Jaffa donde apareció una embarcación que comerciaba con piedra, posiblemente casiterita que es el mineral del cual se extrae el estaño que en aleación con el cobre se obtiene el bronce muy apreciado para fabricación de armamento. Esta barca estaba, según la leyenda, preparada para navegar, aunque sin tripulación, a bordo de la cual subieron el cuerpo de su maestro y se entregaron al viaje.



            Cuando el barco pasaba a la altura de Bouzas se estaban celebrando las bodas del príncipe Lobecio Privano (hijo de la Reina Lupa y de Lobo Lobecio) con Caya Valeria (hija de Caya Lobia y de Puctonio Marcelo), por lo cual los apóstoles hicieron una parada junto a la tripulación del barco.  En aquella época los barcos costeaban lo más que podían para reducir los riesgos de la navegación en alta mar, y sobre todo por costas tan peligrosas.



En aquel momento el príncipe, que estaba participando en un torneo caballeresco, el de baforda, que consistía en que un caballero con toda su armadura arrojaba su lanza y al galope corría para cogerla antes de que tocara el suelo. Picó espuelas y se lanzó con tanto brío que sin darse cuenta entró en el mar y se hundió  precipitadamente por el gran peso de la armadura que llevaba puesta.  Los discípulos de Santiago que fueron testigos del hecho rezaron al apóstol por su vida y milagrosamente hicieron que el cuerpo flotara.



Ese mismo día, la embarcación que llevaba el cuerpo del Apóstol se adentró por la ría de Noela (Noia) deteniéndose en un lugar llamado Iria Flavia.  Iria Flavia estaba dentro de los dominios de la Reina Lupa (Atia Moeta), esta acrópolis también era llamada en las leyendas como Castro Lupario, lo que hoy en día conocemos por Padrón. 



La Reina Lupa, señora de Finisterrae, era el sobrenombre dado a la romana Doña Claudia Lupa, hija de Don Cayo Julio Cesar (Dictador de Roma) y de Doña Cornelio Cinna (Princesa de Cornelia). Cuando su padre pasó triunfante a dirigir en Roma, la dejó a ella en Galicia, donde se desposó con Don Lobo Lobecio, señor de Castro Lupario, a quien el Emperador Augusto nombró régulo, una especie de cónsul.



Suponían que en Iria Flavia, hasta donde llega el mar en las mareas vivas, había una pequeña comunidad de creyentes. Con el fin de procurar su ayuda, los discípulos se acercaron a la orilla. Había allí una columna de piedra, a la cual amarraron la barca.



Allí junto a una piedra de venerar de la Iglesia de San Jacobo y con idea de pasar la noche ocurrió otro milagro. Junto a la piedra de San Jacobo los discípulos cansados del viaje depositaron el cuerpo encima de otra piedra que milagrosamente se fundió cual blanda cera, tomando la forma de un sarcófago.  Los discípulos interpretaron el hecho como una invitación divina a buscar pronto y cerca el lugar definitivo para la sepultura del apóstol.  Dos de los discípulos, Teodoro y Atanasio, dejaron el cuerpo en el milagroso sarcófago y se dispusieron a encontrar un lugar más adecuado para la sepultura definitiva.



Llegada la noche, los discípulos se adentraron unas 12 millas en el interior hasta el lugar elegido para el enterramiento, y acudieron luego a la reina Lupa, y le pidieron una porción de tierra para dar sepultura a su maestro.



Pero la Reina desconcertada los engañó y los envió a Dvgivm en Cabo Neiro (Duio-Fisterra), un lugar donde vivía el sumo sacerdote del Ara Solis, llamado Regulus,  quien desconfiando de los intrusos los mandó apresar tal y como esperaba la reina. Mientras Teodoro y Atanasio estaban prisioneros en su celda, unas luces aparecieron durante la noche formando una puerta invisible en el muro y por allí escaparon.



Los dos discípulos fueron de inmediato perseguidos, pero estos cruzaron un puente, el puente de Nicraria, que había sobre el río Támara (Tambre) y el puente se hundió inmediatamente después de ser cruzado, tragándose y ahogando a los soldados que los perseguían. Este  puente de Nicraria es identificado como el puente de Ons en Negreira



Mientras tanto y nada más partir los discípulos hacia Cabo Neiro, la reina había ordenado traer los restos del Apóstol a su presencia, pero cuando los soldados se dispusieron a sustraer el cadáver del féretro de piedra, el cuerpo se elevó por sí sólo hasta la cima del Pico Sacro impidiendo su retirada.  El Pico Sacro es una pequeña montaña de unos 600 metros de altitud que se encuentra en el Valle del Ulla y que se puede divisar desde unos 30 kilómetros a la redonda.



Teodoro y Atanasio, ya de vuelta, se dirigieron de nuevo ante la presencia de la Reina y le pidieron una carreta y una pareja de bueyes con los que trasladar los restos del maestro a una sepultura.  Pero una vez más la Reina quiso engañarlos y los envió al monte Ilianvs donde aseguraba que en sus laderas estaban los mejores y más mansos bueyes de toda Galicia.



Al llegar allí los discípulos encontraron a los bueyes pero éstos eran salvajes, y lo peor de todo es que había también un feroz Dragón con ellos.  Las bestias atacaron a los dos discípulos, que consiguieron mediante sus rezos y la repetida acción del signo de la cruz dominarlas a todas.  El dragón explotó en llamaradas y los bueyes se volvieron mansos.



La Reina Lupa quedó impresionada por todos estos milagros, viendo salir a los discípulos una y otra vez de todos los peligros, y escuchando a sus soldados explicar cómo los restos del Apóstol habían volado ellos solos al pico sacro, y además que su querido hijo había sido salvado de ser ahogado milagrosamente al paso del barco del Apóstol. Decidió entonces convertirse al cristianismo y fue bautizada allí mismo, y dice la leyenda que fue el propio Santiago quien vestido de peregrino la bautizó, ofreciendo su palacio como mausoleo para el apóstol.



Pero los discípulos no aceptaron, ellos iban buscando otro lugar, buscaban una señal divina que decidiera el lugar de final de la sepultura, por lo que rechazaron el ofrecimiento de la Reina y recogieron el cuerpo de la cima del Pico Sacro.  Lo subieron a una carreta tirada por los bueyes que antes eran salvajes y retomaron su camino.



Los bueyes fueron llevando el cadáver sin que nadie les guiase, y los discípulos seguían detrás, pero en un momento del camino los bueyes tenían mucha sed y escarbaron con las pezuñas en la tierra.  De la tierra brotó agua potable milagrosamente, y formando la llamada fuente del Franco.  Al poco los bueyes siguieron su camino hasta que se detuvieron en un campo denominado Arcis Marmoricis, en el bosque de Liberdvnvm (Libredón) donde se encontraba una construcción romana que la Reina Lupa había mandado construir para ella y su nieta de dieciséis años, Viria Moeta.  En aquel lugar elegido se construyó un sepulcro, y la Reina Lupa lo donó para sepelio del Apóstol, después se edificó allí mismo la Iglesia Basílica de San Jacobo (Santiago), y la ciudad de Santiago de Compostela se fue formando en torno a la Basílica con el paso de los años.



La fantástica historia de cómo llegó el sarcófago a Lourenzá equipara al Conde Santo con Santiago Apóstol y con San Andrés, santos mayores del reino de Galicia.



Leyenda del Conde Santo.



Después de que Osorio Gutiérrez peregrinara como monje a Tierra Santa, cerca de Nazaret, en Zafra, lugar donde nació Santiago y desde cuyo puerto partió su cuerpo hacia Padrón, vio un sepulcro de piedra que estaban labrando siete moros. Tanto le gustó que ofreció 500 siclos de oro por él y mandó a dos porteadores que lo llevasen hasta la orilla del mar, donde lo selló con la punta del báculo que portaba, para a continuación ya posado en el agua, ordenarle que partiese hacia Lourenzá.



Obediente, navegó hasta encallar frente al puerto de Moreda, hoy conocido como Foz, asombrando a los focenses que al verlo intentaron quitarle la tapa y, como no pudieron, avisaron al obispo de Mondoñedo, don Teodomiro, que lo fue a reconocer y dispuso que fuese llevado en un carro para sus aposentos. Hasta doce hombres intentaron ponerlo en el carro sin conseguirlo y a pesar de sumarse otros muchos, tampoco lo lograron.



El obispo regresó a casa, ya sin esperanza de que fuese para él y, cuando regresó el Conde Santo de su viaje mandó a dos chicos a recogerlo. Lo pusieron en un carro sin mayor esfuerzo y lo llevaron al monasterio de Lourenzá, donde permanece desde entonces.



La figura de Carlomagno aparece en leyendas como la del bosque de las lanzas floridas y en Sahagún, ambos en el Camino Francés.



Bosque de las lanzas floridas.



En Valcarlos existe un templo dedicado al Apóstol y un monumento a los peregrinos. La leyenda, siempre en boca de sus habitantes, nos recuerda que aquí estuvo localizado el llamado “Bosque de las lanzas floridas”, de las 53.000 doncellas militarizadas que, muertos los soldados, engrosaron las filas del ejército de Carlomagno. El escudo ajedrezado de Valcarlos recuerda, también según la tradición oral, la partida de ajedrez que jugaban Gamelón y Carlomagno cuando se sintieron reclamados por el sonido del cuerno de Roldán. Una reproducción del citado tablero, conocido como “ajedrez de Carlomagno”, y que es una extraordinaria muestra de la orfebrería medieval, se custodia como una reliquia en la colegiata de Roncesvalles.



Se cuenta en estos parajes del puerto de Cisa que, mientras Carlomagno lloraba sobre la roca la pérdida de Roldán y de todos sus Pares, sintiéndose impotente para cumplir debida venganza por la derrota que acababa de sufrir, se le apareció un ángel que le aconsejó que, falto de guerreros como ahora estaba, convocase allí a todas las doncellas del imperio. Acudieron, según se afirma, cincuenta y seis mil sesenta y seis de ellas, que, reunidas en Valcarlos, fueron armadas con armaduras de caballeros y enviadas como un auténtico ejército hacia las alturas de Ibañeta, sembrando desde lejos el terror en los musulmanes, que huían ante su presencia asustados de aquella armada formada, según creían, por jóvenes y valientes guerreros “de largos cabellos y hermoso porte”.



Regresado aquel improvisado ejército tras haber ahuyentado sin lucha a los infieles, las muchachas dieron gracias a Dios por su incruenta victoria y, clavando sus lanzas en el suelo, se tendieron a descansar, durmiendo toda la noche. Al despertar fueron todos testigos del milagro que se había obrado mientras reposaban: aquel bosque de lanzas se había transformado en un bosque de árboles enhiestos y floridos que, en adelante, se llamó Bosque de las Lanzas y todavía puede verse a la vera de la senda peregrina.



Roldán villano  en Puxares.



Costureras de Puxares.



De los doce pares de Francia, Roldán fue uno de los más sonados paladines enviados a Galicia por Carlomagno para ayudarle al Apóstol Santiago a liberarla de los moros; por veces se le llamaba don Roldán y hasta San Roldán en otros casos, y puede ocupar, según que versiones leamos de esta leyenda, el papel de villano o de héroe.



En Puxares, parroquia de Vilanuide, ayuntamiento de Quiroga, vivían tres costureras muy bien hechas en un otero apartado del resto del lugar. Cuadró que pasó Roldán por el lugar y las vio, y desde entonces no hubo día que no las fuese a visitar.



Las tres mozas comenzaron a aborrecer aquellas visitas, no confiaban en las buenas intenciones del caballero pero cuando Roldán les propuso llevarlas con él para Francia, le respondieron que no. Roldán seguía porfiando, y ellas diciéndole que no querían ir para Francia ni para otro lado. Pero Roldán, enojado por la negativa, las amenazó con llevarlas a la fuerza. Entonces las tres mozas, no viendo manera de convencerlo, le propusieron un imposible:



- Iremos contigo a Francia cuando venga el río Xares por delante de nuestra casa.



Pasó la noche, y nadie sabe como fue, el caso es que el río Xares, que más abajo se llama Bibei, cambió el curso. Y, a la mañana del día siguiente, los vecinos llegaron a la puerta de las tres costureras diciendo:



Costureiras de Puxares,

vinde lavar as perniñas

                        ás augas do río Xares.



Las tres mozas salieron de casa y palidecieron; el río Xares pasaba besando la puerta del lugar de Puxares.



Las tres costureras, por miedo a tener que cumplir con Roldán, huyeron camino de Valedorras. Roldán se enteró por boca de sus soldados, montó en su caballo blanco y las persiguió. Cruzaron tierras y montes por donde ahora se llama A Rúa hasta llegar a Valencia do Sil, mismo a la orilla del río que da nombre a este lugar.



Las tres mozas, no se sabe que arte usaron, y cruzaron el río. Roldán las vio desde lejos, aunque estaba a mucha distancia de ellas; entonces picó las espuelas de su caballo y de un salto pasó al otro lado del río. Para quien quiera verlas, están allí las huellas dejadas por las herraduras de su caballo.



Entonces fue cuando las costureras, las tres a una, pidieron ayuda al demonio:



Antes piedras que esclavas de Roldán.



Y el demonio atendió su petición y las volvió, delante de las narices de Roldán, piedras; tres blancas piedras, blancas como el cuarzo o como el caballo de Roldán.

           

Y esas tres piedras aún hoy se pueden ver, en el Coto del Castillo de Valencia do Sil, en Villamartín de Valedoras, desgastadas por la lluvia y por el viento, pero se aprecia en su forma la que debió ser la belleza de las mozas de Puxares antes de conocer a Roldán.



Roldán héroe en Carregal



Laguna de Carregal.



Una leyenda gallega muy interesante, relacionada con el héroe franco, es la que cerca de la laguna de Carregal menciona una huella más del caballo de Roldán, y asegura que allí el héroe fue capaz de detener el sol durante una hora hasta que remató la victoria sobre sus enemigos: extraordinaria reminiscencia del milagro que concedió Dios al Carlomagno de la Chanson de Roland para que pudiera terminar de vencer a los moros de Zaragoza y vengar la muerte de su sobrino y la destrucción de su ejército en Roncesvalles:



En la laguna de Carregal, que se ve desde lo alto del monte Curota está sumergida la ciudad de Malverde (Valverde), donde había mouros que fueron expulsados por Carlomagno y los doce Pares de Francia y Oliveros, y en un peñasco del monte hay impresa una patada del caballo de Roldán, dada cuando éste pidió, después de ponerse el sol, una hora de día para derrotar a los enemigos. Desde entonces, después de que se pone el sol, hay una hora de luz.



Enfrente del Río do Mar se presentó, y desde esto han pasado ya muchos años, un barco cuyos tripulantes preguntaron por la ciudad de Malverde y, como les dijeron que había desaparecido hacía tiempo, izó las velas y se marchó.



La ciudad de Malverde o Valverde quedó sumergida bajo las aguas./



En la laguna de Carregal había una ciudad barrida por las aguas donde una princesa sacó agua de un pozo sagrado pero prohibido, cuya agua daba la inmortalidad a quien la bebiera, la princesa probó el agua y quedó hechizada y su encantamiento no se rompió hasta que una enorme ola se llevó la ciudad dejando una laguna donde estaba el pozo. Hoy están aquí las dunas de Corrubedo, dunas vivas y móviles.

           

Las dunas de Corrubedo albergan un tesoro de garzas, halcones y multitud de aves y también los sollozos del alma de la princesa que algunos dicen oír entre las dunas y la laguna al filo de la media noche lamentando su vida eterna.



Fueron muchas las ciudades sumergidas (asulogadas) según las leyendas.



El lago de Carucedo



En las Médulas, cerca de Ponferrada, se encuentra el lago Carucedo que según la leyenda se formó con las lágrimas de Boremia, hija de Medulio, que al ver a su pueblo sometido y esclavizado por los romanos lloró tanto que sus lágrimas inundaron el valle y sus aguas se llevaron su cuerpo.



En tiempos de la todopoderosa Roma, los guerreros celtas, mandados por Medulio, estaban sometiendo a las Legiones Romanas, mandas por Carisio a dolorosas derrotas. Medulio tenía una bella hija, llamada Boremia, de la que se enamoro Carisio. Cansados de desastres Roma, envío un Gran Ejercito y derrotaran a los celtas. Durante la batalla, un rayo mata a Medulio y la sangre de los celtas muertos, se infiltro en la montaña convirtiéndose en oro y dando lugar a las Medulas. Los romanos habían ganado la Batalla, pero perdieron la guerra al esclavizar su Imperio en la extracción del Oro de las Medulas. Finalizada la batalla, Carisio subió a las Montañas del Bierzo, a buscar a su amada Boremia, engañándola con la promesa de que había firmado la paz con su padre. Cuando llego al pueblo, comprobó que sus guerreros eran esclavos, el pueblo arrasado y el árbol sagrado de Tejo cortado. Boremia, empezó a llorar y llorar, hasta que sus lágrimas hicieron un río, que se convirtió en lago y la arrastraron hasta el fondo. Hoy día en la noche de San Juan, hay quien dice, ver en el Lago de Carucedo a la Ondina Caricea, cantando canciones celtas.



El amor está presente en muchas leyendas, pero posiblemente la mayor expresión de amor se da en Sálvora.



Los Mariño.



En Santa Uxía de Ribeira, enfrente de la iglesia se puede ver la casa blasonada de los marqueses de Revilla en cuyo escudo situado en la fachada aparece la sirena de los Mariño.



Cumplida toda una vida de hazañas y sinsabores, cuando Roldán se postró a los pies del Apóstol en Santiago para pedirle un destino en el que pudiera reposar su espíritu, el Santo le envió a Sálvora, la isla del Salvador. Allí lo llevaron unos marineros de Carril, para dejarlo en la soledad del ermitaño hasta que un buen día “con todo el esplendor del Astro Rey en lo alto”, vio aflorar entre las aguas una bella sirena con todas las prendas para que el famoso guerrero descansara de una vez.

La sirena de Sálvora  tuvo amores con un caballero romano naufragado en la isla. Nació un niño que se llamó Mariño.

Cuenta la leyenda, que el misterioso caballero romano mencionado en la placa de la isla de Sálvora, no era tal caballero romano, los iniciados aseguran que se trataba del caballero Roldán, sobrino de Carlomagno. De ese modo, Roldán no habría muerto en la batalla de Roncesvalles en el año 778, como asegura el poema épico “La Canción de Roldán”. Pues bien, en contra de lo que deberá afirmar públicamente, ya que la verdad es que Roldán, ciertamente malherido, consiguió escapar de la contienda, yendo a refugiarse a la mágica isla de Sálvora. De hecho, cuentan que, en las noches de tormenta, aún se puede escuchar un ruido estridente en las inmediaciones de la isla que avisa a los marineros de los peligros del mar. Según dicen, el ruido procede del olifante que poseía el propio Roldán.



Una mañana, Roldán paseaba a caballo por la blanca playa al pie de las aguas cristalinas. De pronto, observó en la lejanía, lo que reconoció como un cuerpo de mujer tumbado en la arena. Intrigado, el caballero espoleó al animal para acercarse galopando al lugar en que se encontraba la joven. Al llegar al lugar, cual fue su sorpresa al constatar que se trataba de una sirena!. No daba crédito a lo que veía. Era una hermosa mujer, de rostro angelical, turgentes pechos y esbelta cintura, que continuaba en una brillante cola de pez. Roldán quedó tan prendado por la belleza de la muchacha y por el candor de su mirada que, sin que ella le hubiese dicho una sola palabra, la subió a lomos de su caballo para llevarla a su hogar.



Una vez allí, le quitó las escamas con paciencia, una por una convirtiéndose así la sirena en una espléndida mujer. Roldán la contempló durante largos minutos, ensimismado por su belleza. Se dirigió hacia ella,  y no pudo resistir el impulso de tomarla entre sus brazos. Recorrió con dulzura su suave piel, recreándose en cada rincón de su cuerpo. Y la poseyó.



Cuando ambos yacían abrazados en el lecho, Roldán se percató de que no conocía su nombre. Cual fue su sorpresa al preguntárselo,  que la sirena fue incapaz de responder: era muda. Pero a Roldán no le importó en absoluto, ya que estaba perdidamente enamorado de ella. Así, decidió acuñarle el nombre de Mariña, por haber venido del mar.



Pasaron felices los meses para los dos enamorados, con la única pega de que, por más que Roldán intentaba enseñarle y por más que Mariña se esforzaba, no conseguía emitir palabra, sólo apenas unos gruñidos ininteligibles. La felicidad de la pareja se vio colmada al dar a luz a su primer hijo, un niño hermoso como su madre y fuerte como su padre.



Cuando el bebé contaba con apenas unos meses, se celebró en los dominios de Roldán la noche de San Juan. Noche mágica por excelencia en Galicia, en la que los más profundos deseos se cumplen y en la que incluso, si se sabe el modo, pueden conocerse los destinos del futuro.



Todo el mundo cantaba y bailaba alrededor de la hoguera, mientras Mariña, con el niño en brazos, lo observaba todo con curiosidad y alegría. De pronto, Roldán se dirigió a ella, le arrebató a su hijo y se dirigió a la hoguera para cumplir la tradición de saltarla. Mariña, que desconocía esta costumbre, pensó que su marido había perdido la razón y pretendía tirar el niño a las llamas. Presa del pánico, la sirena gritó  ¡Hijo!.



Al pronunciar esta palabra, un trozo de carne se desprendió de su garganta, y desde entonces la sirena pudo hablar con normalidad. De este modo, la felicidad de la pareja fue plena, compartiendo largos años de amor que dieron sus frutos en el linaje de los Mariño.



Cuentan algunos que, al morir Roldán, la sirena volvió al mar poniendo antes una condición: de cada generación de los Mariño, debería entregársele a ella un niño que se llevaría al mar. El elegido se reconocería por tener los ojos azules. Lo inquietante es que se han dado casos (recogidos por Torrente Ballester) de Mariños de ojos azules desaparecidos en la costa.



Hay leyendas que dejaron el Camino sembrado de ermitas.



Leyenda de las siete hermanas.



"Cuenta la leyenda que hace muchos, muchos años venían por el camino de Santiago de paso para Galicia en romería, siete hermanas, pero al llegar a los Montes de León venían tan cansadas y extenuadas que decidieron pararse al lado de una fuente para descansar y lavar los pies a la más pequeña, que los traía lastimados del largo camino.



Mientras la hermana mayor curaba a la pequeña, las otras decidieron asomarse para ver el camino que les esperaba. Quedaron atónitas ante aquella visión, en contraposición a los páramos y sequedales que habían dejado atrás. Tenían ante sí los paisajes más maravillosos que se pudieran soñar. Emocionadas se lanzaron al valle, corriendo y rodando, hasta que cuando se quisieron dar cuenta, estaban perdidas y ninguna veía a su compañera.



Cuando la hermana mayor, la Guiadora, se dio cuenta, era ya tarde. Llamó a las otras, pero al no obtener respuesta decidió ir en su busca.



Dejó a la pequeña a la orilla de la fuente y se fue camino adelante llamando a sus hermanas, hasta que desesperada al no encontrarlas decidió volver a recoger a la pequeña. Pero al llegar al sitio donde la había dejado, la pequeña ya no se encontraba allí.

    Desesperada, fue a contar sus penas a un viejo pastor que por allí apacentaba a su rebaño. El buen hombre le dijo que lo más conveniente sería subirse a la montaña más alta del lugar, porque quizás desde allí podría ver a sus hermanas.

Subió hasta aquel lugar, pero tampoco encontró a sus hermanas. Entonces pidió con gran devoción a Dios que se las hiciese visibles, aunque fuese nada más por un momento. El Señor la escuchó y entonces vio a la más pequeña, en un lugar llamado Valdescallos, que se estaba peinando tranquilamente. La pobrecita se había ocultado de sus hermanas retirándose a aquel apacible lugar, pensando que se habían ido por no esperarla, ya que al estar coja no podía caminar con ellas.

La hermana mayor miró otra vez y se encontró a la segunda; estaba subida en una encina y también buscaba a sus hermanas. La tercera estaba algo más lejos, subida en lo alto de una peña desde donde se dominaba el valle. La cuarta había ido a parar al norte, al pie de un río de poco caudal, el Valdeprado, afluente del Sil. La quinta estaba en un lugar llamado Fombasallá, y la sexta al pie del antiguo Bergidum, junto al río Cúa. Todas ellas vieron a la hermana mayor, pero entre ellas no se veían.

La Guiadora las llamó, pero ellas respondieron que era mejor descansar un tiempo en un lugar tan apacible y que querían quedarse allí hasta que Dios quisiera dar testimonio de fe a los hombres del lugar. Dios les concedió su deseo y las dejó en el lugar donde estaban, para quien las encontrara les hiciera una ermita y un altar.

La Virgen de la Peña fue encontrada en una peña muy alta por unos pastores. Estos, muy contentos, bajaron la imagen al pueblo más cercano (Congosto), donde fue muy bien acogida por todos, colocándola en un altar para ella sola en la Iglesia del pueblo; pero cuando a la mañana siguiente fueron a verla, ya no estaba, y poco después la volvieron a encontrar en el mismo lugar del hallazgo. Comprendieron que la Virgen prefería aquella peña a la Iglesia del pueblo y le hicieron allí una ermita.

Junto al arroyo de Valdeprado hallaron unos vaqueiros a la Virgen de las Nieves. Encontraron una imagen, pero no sabían a qué Virgen correspondía y cuando estaban pensando como llamarla, el campo, a pesar de ser agosto, se cubrió de nieve. En aquel lugar hicieron una ermita en su honor.

La Virgen de las Angustias fue hallada entre unos salgueros en Cacabelos, donde se le profesa una gran devoción.

A la Virgen de los Escallos la encontraron junto a la fuente del mismo nombre y allí le hicieron una ermita; pero siempre, antes de terminarla se caía. Los aldeanos pensaron que esto ocurría porque se veía desde La Guiana, y la Virgen no quería ser vista por ninguna de sus hermanas, y por eso el pueblo le dedicó una ermita más oculta. Se dice que esta virgen es humilde y no gusta de romerías.

La Virgen de la Guiana, la guiadora, fue encontrada por unos pastores en lo alto de la montaña que lleva su nombre, los pastores la bajaron para San Pedro de Montes y allí hicieron una ermita, que como ocurría con la de la Virgen de la Peña se caía nada mas construirla. Así que el abad del monasterio comprendió que la virgen quería que se le dedicase una ermita en el lugar del hallazgo.

La Virgen de la Encina, fue hallada por los caballeros del Temple cuando cortaban leña en un encinar. Le hicieron una ermita, pero al poco tiempo fue tanta la afluencia de devotos, que la ermita hubo de ser agrandada y convertida en santuario.

La de Fombasallá fue encontrada en los montes próximos a Villafranca del Bierzo. Es la única que no se encuentra en su ermita, está todo el año en la Colegiata de Santa María de Villafranca y sólo la llevan a su ermita los días de la fiesta. Está en una peana situada en el lateral derecho de la Colegiata.

Para concluir decir que la Virgen de la Guiana era la más importante de todo el Bierzo. Sin embargo, en la actualidad, arruinada su ermita, apenas queda de ella un recuerdo. Hoy en día su puesto ha sido ocupado por la Virgen de la Encina, proclamada patrona de todo el Bierzo en 1908.

Y leyendas que incluso detuvieron el tiempo.



San Ero en Armenteira.



En el lugar de Armenteira, ayuntamiento de Meis, partido judicial de Cambados, en la provincia de Pontevedra, existe un monasterio muy antiguo, que fue fundado por un señor que allí tenía su palacio y que, aborrecido del mundo y de sus repugnantes enredos, envidias, codicias y ruindades de toda suerte, quiso recogerse humildemente en un santo recinto para hacer oración y penitencia.



Para lograr sus deseos pidió a San Bernardo que le enviara cuatro monjes del Cister que le ayudaran en lo que se proponía; y fue esto en el año 1149. El señor de Armenteira, que se llamaba don Ero, profesó al siguiente año, siendo elegido luego abad del naciente monasterio, y en el año 1151ordenado de todas las órdenes en Santiago.



El abad don Ero era muy devoto de la Virgen de Santa María, y solía pedirle en sus rezos que le mostrara cuál es el bien que el paraíso tiene para aquéllos que por su piedad y devoción, y también por su rectitud en la vida, sean de él merecedores.



Y dice la leyenda que el piadoso y buen abad tenía por costumbre salir algunos días para distraerse un poco caminando por el bosque que había en la ladera del monte Castrove, próximo al monasterio por él fundado.



Cuenta el rey Alfonso X, el Sabio, en una de sus famosas Cantigas a Santa María (la número 103), cómo san Ero entró un día en una huerta a la que muchas veces iba, donde encontró una fuente de agua clara y murmurante, que parecía proporcionarle apacible reposo a la sombra de un frondoso árbol que crecía al lado de la cristalina fuente.



Cerró los ojos beatíficamente el viejo abad, pues habían pasado ya muchos años desde que había sido elegido; y como siempre, rogó a Nuestra Señora:



-“¡Ay, Virgen! ¿Qué será el Paraíso? ¿Y no podría verlo antes de salir de aquí, yo que tanto te lo pedí?



Entonces, en el árbol bajo cuyas ramas frondosas reposaba el santo Ero, comenzó a trinar un pajarito. Y el pajarito cantaba con tan grato sonido, y tan armonioso, que el viejo monje olvidó el tiempo que transcurría y se quedó allí sentado, en la hierba blanda y olorosa a la orilla de la fuente que susurraba, escuchando entusiasmado aquel canto y aquella armonía con que el pajarito le regalaba.



Y así pasaron, sin que se diera cuenta, trescientos años, pensando que no había estado sino muy poco tiempo.



Cuando se levantó el viejo abad, se fue al monasterio; más, al llegar, encontró un gran portal que nunca había visto, y dijo:



-“¡Ay, Santa María me valga! No es éste mi monasterio”.



Entró de todas formas en él y los monjes cuando lo vieron sintieron gran pavor, y el prior le preguntó:



-“Amigo, ¿vos quién sois?, ¿o qué buscáis aquí?”

Cuando supieron lo que le había pasado a don Ero, el abad y todos los monjes exclamaron, asombrados:

¡Nunca tan gran maravilla

                                   como Deus por este fez

                                   polo rogo de sa madre,

                                   Vires santa de gran prez!



Y éste es uno de los milagros hechos por la Virgen María cantados por el rey Alfonso X, el Sabio, que confirma la leyenda que se cuenta en la parroquia de Santa María de Armenteira.


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