martes, 18 de enero de 2011

A SANTIAGO POR AVILA (SAN BARTOLOME DE PINARES II)


De héroes y monturas
Frente al Ayuntamiento de San Bartolomé de Pinares al peregrino le llama la atención una estatua de Eloy Gonzalo, el héroe de Cascorro, uno de los mitos nacionales de la Guerra de Cuba, vinculado a esta localidad.


Tras un descenso por un asfaltado camino, el peregrino llega a San Bartolomé de Pinares y lo primero que se encuentra son dos ermitas, la del Cristo de la Vera Cruz y la de la Visitación, ermitas de estructura muy similar y que, en esta ocasión, el peregrino encuentra cerradas, informándole que en la de la Visitación se guarda la imagen de la Virgen, aunque en esos momentos no está, ya que se está restaurando, indicándole que hay otra ermita, la de San Roque, a las afueras del pueblo y que fue sufragada por los vecinos al derruirse la primitiva. El peregrino lamenta no poder ver esa imagen de la Virgen, le hubiera gustado compararla con la recientemente visitada de Valsordo.
Frente al Ayuntamiento al peregrino le llama la atención una estatua de Eloy Gonzalo, el héroe de Cascorro, como popularmente es conocido. Eloy Gonzalo durante la Guerra de Cuba se encontraba en el puesto de Cascorro, una pequeña localidad cercada por rebeldes cubanos, ofreciéndose voluntario para incendiar la posición enemiga tan solo con una lata de petróleo, culminando con éxito la misión. Preguntando el peregrino cuál es la relación de este personaje con San Bartolomé le comentan que este héroe de la Guerra de Cuba fue recogido de la inclusa madrileña por un matrimonio cuyo cabeza de familia era Guardia Civil que estuvo un tiempo destinado en el pueblo, por lo que pasó sus primeros años en la casa cuartel del puesto de San Bartolomé de Pinares.
En busca del necesario refrigerio el peregrino entra en el Bar «El Rincón» y allí Julián, que regenta el local, amablemente le cuenta que las fiestas del pueblo se celebran en honor de San Bartolomé Apóstol el 24 de agosto, pero que se inician el día de antes con el «Viva San Bartolo» tras el pregón de las fiestas, dirigiéndose a continuación todos los concentrados desde la puerta del Ayuntamiento a Vísperas. El día de la fiesta, después de la procesión, el Ayuntamiento invita a todos a limonada y pastas, dejando para el día siguiente, el 25 de agosto, la celebración de la fiesta de La Visitación, mos-trándole una gran foto de la Virgen que Julián tiene colocada en el bar, lo que permite al peregrino conocer, aunque solo sea por una foto, la imagen que no pudo contemplar en su ermita.

Pero, según Julián, las fiestas más populares son Las Luminarias de San Antón que se celebran, según sus palabras, desde siempre cada 16 de enero y que trata de purificar a los animales con el humo de las hogueras encendidas por las calles del pueblo y que los mayordomos recorren con todo el séquito de jinetes. La fiesta comienza cuando a las nueve de la noche las campanas empiezan a repicar y todos los jinetes con sus caballos se concentran en la puerta del Ayuntamiento y es en ese momento cuando se encienden las hogueras por las calles del pueblo para que los mayordomos comiencen su recomido con el acompañamiento de los jinetes y todos cuantos quieran acompañarles y siempre al son de la gaitilla y el tamboril, finalizando la fiesta con las carnes y demás viandas colocadas sobre las brasas para deleite de todos los asistentes. El peregrino no puede evitar ver reminiscencias celtas en estas fiestas de purificación a través del fuego.
Así, entre unos chatos y unos tacos de jamón y queso, Julián habla con auténtico entusiasmo de Las Luminarias y le hubiera gustado extenderse más sobre los orígenes y el significado de esta fiesta, pero el peregrino quiere estar pronto al albergue y le promete, solemnemente, que el próximo año participará en estas purificadoras fiestas.
Camino del albergue el peregrino pasa ante la iglesia parroquial que se encuentra bajo la advocación de San Bartolomé Apóstol y que, a primera vista, le parece un edificio de estilo gótico de finales del siglo XV. El peregrino entra al atrio de la iglesia por una portada ojival decorada con las ya familiares bolas isabelinas, decoración que no ve en la torre ni en el resto del edificio, puerta flanqueada por dos contrafuertes rematados con sendos pináculos, pudiendo observar dos ménsulas en las enjutas que debieron soportar imágenes ya desaparecidas, portada que le recuerda a la de la antigua iglesia de Cebreros y actual Museo de la Transición. Desde el atrio, rodeado de pinos, el peregrino observa los altos y potentes contrafuertes que sostienen la cabecera de la iglesia.
En el interior un retablo renacentista ocupa casi todo el paño central de la cabecera, retablo que según le informan al peregrino estaba presidido por una imagen de San Bartolomé Apóstol, imagen que fue destruida y sustituida por una de San Pablo, que es la que está actualmente. El peregrino no pregunta cuando y como se destruyó la imagen de San Bartolomé, prefiere no saberlo, aunque sospeche que, como en otras tantas ocasiones, fue producto de la barbarie y de la ignorancia.
Debajo de la tribuna le enseñan al peregrino el Belén que este año no han desmonta-do, se trata de un Belén con figuras articuladas que apenas puede ver entre las rejas que cierran la capilla en que se encuentra ubicado. Al peregrino le dicen que su autor es Paco, cartero jubilado, que lleva muchos años realizando Belenes con figuras articuladas y que ese, el de la iglesia, es su obra más importante y de las más visitadas durante la época navideña. En el albergue, un local compartido con el Consultorio de Atención Primaria, el peregrino se congratula de poder descansar en un local especialmente dedicado para acoger a peregrinos que están realizando el Camino de Santiago, de poder pernoctar en una localidad cuyo Ayuntamiento está trabajando para promocionar ese Camino que pasa por San Bartolomé de Pinares.

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