jueves, 20 de enero de 2011

A SANTIAGO POR AVILA (CARDEÑOSA II)



EL LUGAR DE LAS 46 CRUCES
El peregrino llega a Cardeñosa, el municipio donde se puede visitar uno de los castros de la Edad del Hierro peninsular de mayor relevancia arqueológica e histórica. Cardeñosa es también el lugar en el que murió el protagonista de la Farsa de Ávila


Una cruz de granito recibe la peregrino en su entrada en Cardeñosa, una de las 46 cruces que hay en el pueblo según le informa Conchi, una gallega afincada en Cardeñosa y ex alguacil que, al ver al peregrino mirando la cruz, solícitamente se ofreció como cicerone.
Para el peregrino Conchi es un torrente de entusiasmo a la hora de explicarle lo mucho que hay que ver sobre todo en los alrededores de Cardeñosa, incluido, como no, el Castro de las Cogotas, uno de los castros vettones más emblemáticos de la Edad del Hierro en la meseta occidental española y del que ya se habló en 1876 cuando la Comisión de Monumentos de Ávila dio cuenta a la Real Academia de la Historia del hallazgo de indicios de lo que podía ser un castro vettón en el sitio conocido entonces como «Las Cogoteras», manifestando la conveniencia de realizar excavaciones arqueológicas.

El peregrino se detiene ante el número 16 de la calle del Carril, una casa baja con un arco de medio punto de grandes dovelas con un escudo muy desgastado en la clave, casa en donde, según le explican, en 1568 murió de forma misteriosa, probablemente asesinado, el Infante don Alfonso, hermano menor de Isabel de Castilla, al que apoyaban parte de la nobleza para destronar a su hermanastro el rey Enrique IV y que de hecho fue coronado con el nombre de Alfonso XII en 1565 en la conocida como «Farsa de Ávila». Al peregrino le cuentan que los restos del Infante se encuentran en la Cartuja de Miraflores por deseo de su hermana la ya reina Isabel que quiso que fuera enterrado junto a su padre el rey Juan II, encargando el sepulcro a Gil de Siloé que entregó el modelo en 1486.
De nuevo, la figura de Isabel se cruza en el camino del peregrino que se hace la misma pregunta que se hizo ante el sepulcro del príncipe don Juan en el Monasterio de Santo Tomás: ¿cómo hubiera sido el curso de la historia de España de haber sido rey el pequeño Alfonso?; de nuevo, se encuentra ante una historia que fue y otra que pudo ser.
El peregrino cree que este luctuoso suceso no es tan conocido como otros que influyeron en el devenir histórico de Isabel y no le parecería mal que se programaran actividades conmemorativas o se realizasen visitas a Miraflores para visitar el sepulcro del infante, ya que, desde su humilde punto de vista, sería una nueva forma de promocionar el pueblo de Cardeñosa.
Acompañado de su ya inseparable Conchi, el peregrino de dirige hacia la iglesia parroquial que se encuentra bajo la advocación de la Santa Cruz, y lo hace pasando ante varias cruces de las que tanto proliferan tanto en el pueblo como en sus alrededores, cruces que se engalanan con flores durante las fiestas del 3 de mayo, fecha de la Exaltación de la Santa Cruz, al igual que se engalanan sus calles en la fiesta del Corpus para que las recorran los miembros de una cofradía fundada en el siglo XVII escoltando a la Custodia ataviados con capa española y sombrero de ala ancha.
Camino de la iglesia y pasando también ante varias casas con portadas adinteladas y blasonadas, al peregrino le informan que Cardeñosa también está relacionada con el mundo teresiano, ya que fue cuna de Isabel de Santo Domingo, carmelita descalza, compañera y sucesora de Santa Teresa de Jesús y que, sin duda, habrían surcado los mismos caminos que el peregrino en alguno de sus viajes fundacionales.
En la iglesia parroquial de Cardeñosa el peregrino puede ver como el cambio de materiales influyó considerablemente en la construcción del edificio, como se empezó a construir con una ábside poligonal y con fuertes soportes de excelente sillería, pero que por los motivos que fueran, económicos seguramente, se paralizó la construcción a la altura del basamento y cuando se reanudó a finales del siglo XV se redujo considera-blemente su magnitud realizándose de mampostería, al igual que en la potente torre en que el cuerpo de campanas está construido con ladrillos, posiblemente por algún hundimiento. No obstante, como afirma Gómez Moreno, el edificio resulta espacioso y bien decorado, en donde las ya familiares bolas decoran el arco de la portada y el alfiz al que le falta parte de su moldura y ha sido sustituido por piezas lisas que para el gusto del peregrino sobran, ya que es de la opinión de que muchas veces hay que dejar las cosas como están, siempre y cuando no afecten a la estabilidad del edificio.
Mientras su acompañante va en busca de las llaves de la iglesia el peregrino se toma un descanso en el espacioso atrio de la iglesia en donde en la basa de la cruz que lo preside hay una inscripción que apenas puede leer, aunque distinga la fecha de 1630. Y así, gracias a Conchi el peregrino tiene la oportunidad de entrar para ver el extraordinario artesonado de la nave central ochavado por sus extremos, con bellos cuadrantes enlazados y con racimos de mocárabes en los centros, mocárabes que siempre que los ha visto en otros artesonados le ha parecido que le daban un valor añadido a estas armaduras mudéjares.
Igualmente no le pasa desapercibida al peregrino la escultura del retablo principal, en la que Gómez Moreno ve la mano de Juan Rodríguez y Lucas Giraldo que trabajaron en la catedral de Ávila, especialmente en su trascoro, aunque posteriormente fue fechado y documentado entre 1532 y 1535 como obra de Pedro de Salamanca y Blas Hernández, yerno y colaborador precisamente de Juan Rodríguez, por lo que la opinión de Gómez Moreno era en parte bastante acertada.
Antes de continuar su camino al peregrino le invitan a visitar el Aula Arqueológica que se encuentra en las dependencias del Ayuntamiento, y de la mano de Javier, que se ofrece amablemente a ser su guía, hacer un recorrido por la cultura de los castros que se muestra en una exposición, desde el punto de vista del peregrino, muy bien montada, poniendo la guinda una maqueta del Castro de las Cogotas en donde se puede apreciar a vista de pájaro el sistema de fortificaciones que caracterizaban a estos castros vettones.
El peregrino ya se ha entretenido bastante en Cardeñosa y, aunque la apasionada Conchi quiere llevarle a otros sitios, debe continuar su camino, prometiéndola que no dejará de visitar el Arco de Conejeros, restos de la iglesia de un antiguo poblado medie-val, la necrópolis, el Catillo, la ermita de los Cristos o la de la Virgen del Berrocal con su pétreo calvario que el peregrino tuvo la oportunidad de divisar en su entrada en Cardeñosa.

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