En esta mañana otoñal de este Año Santo Compostelano del 2010 un grupo de peregrinos abulenses nos encontramos aquí, en la Plaza del Obradoiro, culminado una aventura que se inició hace tres años, una aventura de complicada realización y de incierto resultado, pero que con la labor y el trabajo de unos y el entusiasmo de todos ha llegado a buen puerto, peregrinar en grupo hasta Santiago de Compostela.
Si una vez dijimos que con dieciocho garbanzos se podía hacer una flecha, la flecha se hizo con toda la carga simbólica que en su momento tuvo, ahora dijimos que 66 personas también podrían formar una flecha, flecha que hace unos momentos todo el mundo presente en la plaza ha podido comprobar que sí se podía realizar. Si la flecha amarilla es la guía para los peregrinos que se dirigen hasta aquí, hasta la Catedral de Santiago de Compostela para postrarse ante la tumba del apóstol, esta flecha amarilla formada por 66 miembros de una asociación que tiene como uno de sus fines la guía del peregrino quiere simbolizar de alguna manera nuestro empeño y trabajo para que los peregrinos que surcan nuestros caminos abulenses lleguen a la meta, a esta catedral y puedan abrazar al apóstol Santiago. Pero con esta flecha humana también queremos rendir un homenaje al creador de este símbolo universal del Camino de Santiago, Elías Valiña, que sin su trabajo y tensón el Camino no sería lo que es ahora.
Los que hemos formado esta flecha humana amarilla somos ese grupo de peregrinos de Ávila que partimos en la Semana Santa del 2008 de San Jean de Pie de Port y nos propusimos llegar ante esta catedral en octubre del Año Santo Compostelano de 2010, grupo que desde el primer momento demostró ser una piña que ha conservado íntegramente todos sus piñones, piñones que si por causa mayor algunos se han caído, inmediatamente otros han venido a ocupar su lugar. Y como piña hemos caminado por territorios navarros, riojanos y castellanos leoneses hasta desembocar en estas tierras gallegas, hemos caminado en grupo y dispersamente, a unos les ha costado más que a otros, pero siempre conservando el espíritu de unidad que ha querido significar a nuestra peregrinación desde el primer momento.
Si siempre se ha dicho que el peregrino que camina solo durante largas jornadas realiza un viaje introspectivo, conoce la amistad, la solidaridad, el desapego por los superfluo, y que cuando finaliza su peregrinación y vuelve a su vida cotidiana ve las cosas con otra mirada, la que le ha ofrecido el Camino. Pero nosotros también decimos que peregrinar en grupo ha hecho que todos y cada uno de los que han participado en esta peregrinación hemos conocido la amistad, la solidaridad, el respeto por el otro, y que cuando mañana estemos con nuestras familias, con nuestros compañeros de trabajo, con nuestros amigos, seguramente nos comportemos de una manera, no decimos que mejor, pero sí diferente, porque el Camino nos habrá impregnado con esa magia de la que ningún peregrino es capaz de escapar.
Enhorabuena a todos.
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